Hace un tiempo leí un artículo muy interesante sobre la "Teoría de la ventanas rotas", artículo que no comprendí del todo la primera vez, pero con el tiempo comencé a descifrar muchos de los patrones con los que esta sociedad vive a diario, cuando algo está quebrado, una turba viene y lo deshace por completo, desbordando las energías en un caos digno del apocalíspsis infinito.

En Valdivia es común trasladarse de un lugar a otro en micro, los recorridos son muy cortos y el pasaje para nosotros los universitarios es mucho más barato, dándonos la oportunidad de ahorrar para nuestros pecados propios. Pero no pude evitar notar el enorme vacío que se centra en estos viajes, las personas no hablan entre si, no se conquistan, no se detienen a analizar al otro, sólo los ignoran y pretender que no existen, cuánto dolor en el mundo.
Una vez leí sobre un hombre que salió a la calle determinado a matarse, sólo una sonrisa de cualquier persona le impediría de llevar a cabo un suicidio, conclusión nadie le sonrió y el se mató.

Hoy, mientras me trasladaba de un lugar a otro con sorpresa y rabia observé como los pasajeros que se encontraban en los asientos resguardaban con recelo uno de ellos para su soledad y en el otro su cuerpo vacío, los demás con desdicha de pie y con caras de soledad, nadie piensa en ellos.
Hemos olvidado la alegría del pasado, las sonrisas de viajar, el encontrarse con seres distintos y con palabras de creación cósmica, invitaciones a parques y fiestas, miradas cómplices, voces enérgicas, sonrisas genuinas, alegría rebosante, amor delirante. Cuánta vida existió y se extinguió.
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