Me encontraba finalizando el día cuando diviso a lo lejos una luz brillante, era Steff que se dirigía a la universidad a ver como su mente era premiada por su conocimiento, así es que decidí unirme al festejo.
Dos almas solitarias en una pieza con sillones y una ventana que nos dejaba ver parte de un edificio en ruinas, maravillosa vista y compañía. Platicamos de lo divino y lo terrenal, prometimos viajes y encuentros, unas palabras y unas cervezas, todo era amor.
Nos detuvimos a pensar en nosotros por un segundo, cuando ella y yo estamos juntos somos brillantes, no hay nadie que brille más que nosotros dos; descubrimos el conocimiento a través de las rendijas del aprendizaje, el conocimiento universal jamás será un enigma para nosotros, de lo divino y lo terrenal ya conocemos bastante, para nosotros nuestras almas en pena y puja son un enigma.

Mis inquietudes con ellas son naturales, y pueden detenerse en medio del salón a pavonear su tamaño (pues mis dudas son tremendas y muchas), Steff lentamente reúne los argumentos para contrarrestarlas las toma desde la ventana y las deja caer al pavimento, ellas mueren lentamente y mi ego lentamente retoma el rumbo, cuanto alivio. El amor para nosotros se ha vuelto crónico, siempre estamos en busca de alguien quien pueda amarnos aunque sea por un segundo: el sólo oír basta con entender cuanto amor nos falta por el conocimiento y la virtud de existir.
Nuestros entes son similares e ineludibles, cada uno tiene un color propio que brilla con ímpetu crónico y resiliente, dos almas enteras dispuestas a luchar contra el mundo y las estándares propuestos, lo hemos hecho muchas veces antes y lo haremos por la eternidad, no hay nadie que pueda entendernos y contrarrestar nuestras armas.
Al final de la noche un abrazo cierra una celebración, yo y ella hemos vaciado nuestra información y debe ser procesada prontamente, pues siempre habrá una nueva celebración que inventar.
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