miércoles, 7 de mayo de 2014

El amanecer de una noche

Siete meses en absoluto silencio. Siete meses de conversaciones intensas entre aquellos demonios que me atormentaron por años y aquellos y se apoderaban de mi desde adentro. Siete meses en los que mi alma se apoderó totalmente de mi ser, extirpé toda duda, todo relato inerte, todo sentimiento ajeno, hoy me siento vacío y listo para comenzar.

Describir en palabras lo que ni con imágenes puedo expresar sería una tortura, para mi, para mi, y para mi.

Un árbol comenzó a nacer en mi. Octubre fue un mes glorioso. Octubre de 2013, un mes en el que por primera vez escuché mi alegría interna, todo comenzaba a renacer. Placeres culpables y el cielo se iluminaba completamente. Mi melodía era completamente armónica, sinfonías menores que se mezclaban entre mi composición.
Las imágenes que fui creando, eran maravillosas, son maravillosas, serán maravillosas.
Los fantasmas uno a uno egresaban con título propio de mi. Serían reconocidos en la vida como unos maravillosos seres que se alimentaron por años de los miedos más profundos. No sabría decir exactamente cuál fue el hecho en concreto que los alejó. Pero se fueron sin despedirse, todos a excepción de Ovo, el siempre se encargó de dirigir mis fracasos hasta el final, aún permanecería conmigo por un tiempo más.
La naturaleza comenzaba a resurgir en mi, nuevas palabras, nuevas composiciones, colores que nunca antes había visto, todo era nuevo y maravilloso. El mundo entero podía ser observado desde cinco dimensiones esta vez. Cuanto amor, cuanta alegría, cuanta pena, cuanto fracaso.
Me senté un día junto al río a analizar, y todo era diferente. Ese gran monstruo que siempre estuvo observándome desde enfrente ya no estaba, ahora podía verlo pequeño. El retorno ya no era oscuro, ya no se llenaba de pensamientos suicidas y ni de notas de despedida imaginarias. Ya nada era igual. Los árboles tambaleaban sus ramas de un lugar a otro celebrandome, lo sé, siempre fue así. El río en su conteo regresivo permanecía conmigo, ahora me conocía, me sostenía las lagrimas.
Esta vez me sentía unido a todos, y a nadie en particular. Me sentía parte de algo, de alguien, de muchos y de pocos, de todos. 
Mis sonrisas poco a poco se convirtieron en carcajadas absolutas. Mi interior no era invernal, ya no sentía frío, ahora florecía cada idea nueva en mi, cada pensamiento era premiado y absolutamente llevado a cabo, yo me sentía en explosión constante. 
Así comenzó un cambio que aun no culmina, que no se detiene, que se encuentra constante.
Las luces de la ciudad comenzaron a iluminarme, y yo a ellas. Cada ente que se entregaba por completo a la vida, y así lo hice yo. Comprendí que debía continuar en constante oscilación ante todos, ante mi, ante ti.
Cada mañana era una melodía nueva para el alma, una sinfónica totalmente distinta, un conjunto totalmente armónico.
Aquellos nombres que me acecharon por tantos años, simplemente se borraron. Los recuerdos desaparecieron, a excepción de los cientos de páginas escritas que darán cuenta por siempre de las obsesiones y los amores que quedaron en el olvido. 
La noche se volvió mas oscura, y mis ojos se adaptaron a ella. Ahora veo en lo azabache, ahora distingo depredadores, ahora sé luchar.
El ritmo se encontraba junto a mi, jamás me abandonó. Las palabras sentadas en el suelo esperando un orden coherente, pero en medio de esta creación ya no hay orden, ni reglas, ni juegos, ni nada que pueda ordenar, ahora soy yo, sin nada, con todo, en medio del mundo.
Ahora gobierno, ahora entiendo, ahora entrego y quito absolutamente todo, ahora si.
Pero en el paso a mi libertad, de mi mismo, herí. No me siento culpable, no me siento responsable, no siento pena, pero debiese. Llegó en un momento neutro, y en eso, ni siquiera yo puedo dictaminar.
Para cambiar, el caos debe gobernar. Mi mente y mi vida fueron un caos constante durante algún tiempo. Caí en reverencias absurdas, senderos sin razón, armonías sin sentido. Pero acabé, pero terminé, y entendí.
Amanecí de una noche constante. Ahora la luz completa se acumula dentro de cada paso. Y atardecí a la oscilación.

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