lunes, 1 de junio de 2015

Tengo miedo de desaparecer por completo

Tomé una maleta, buenos deseos, ganas de iniciar y me fui de paseo.
Tomé la decisión de viajar para poder atraer energías necesarias y alejar esos fantasmas de los que uno se hace amigos en el diario vivir. 


Observé el mar y las olas mágicas que pueden hacer entrar en razón hasta al mas loco de los cuerdos. Me rodeé de maravillas por tantas horas que simplemente era difícil dejar de observar el horizonte y los árboles que me llamaban a intercambiar energías. Me mojé con aquella lluvia que necesitaba depurar mis sentidos más pusilánimes que aún se esconden entre aquellos cuadernos que mantengo ocultos en el desván por miedo a ser descubiertos, después de todo, la vulnerabilidad es lo que nos mata día a día. Me senté a ver en los charcos mis recuerdos y memorias, a analizar cada uno y una de ellas, a verme caer y entender los porqué. Me encontré bailando la melodía de la tranquilidad y la paz, esa melodía anhelada que jamás soy capaz de escuchar, ahora por fin me encontraba junto a ella. Cocinando con personajes que ya no existen nisiquiera en las historietas, aquellos épicos personajes antagónicos dignos de ser descritos y vistos al menos dos veces en la vida. Sirviendo palabras a mi pasado, entregando elementos de inseguridad para que sean llevados lejos de mi ser. Esperando a ser descubierto para que de una vez por todas alguien me diga lo que necesito escuchar.

Pero no, nadie lo hizo, porque aquello lo susurro para que nadie sea capaz de escuchar.
Mirar al cielo y ver el pasado, es simplemente maravilloso. El cielo te obliga a cerrar los ojos, los ojos te obligan a imaginar lo que tienes en frente, tu obligas al cerebro a imaginar, la imaginación obliga a la memora a ser parte de este proceso, y la imaginación finalmente se ve interrumpida por los sentimientos que están deseosos de arruinarlo todo.
Me senté en el borde de la cama, mirando un perro interactuar en total sinceridad con otro. Sinergia, control, imaginación, interacción, comunicación.
Me resulta difícil mantenerme erguido y quieto, quiero correr.
Avanzo por el pasillo esperando ser detenido y consultado sobre situaciones cotidianas, pero nadie parece notar que en mi cabeza se han comenzado a acumular ideas y situaciones poco ortodoxas.
Al llegar al balcón, me detengo y me encojo. Mirando hacia el horizonte observo lo que ha sucedido, recuerdo los cambios en mi cuerpo, siento la palpitación del corazón a medida que acelera, cubro mi cara para sentir el frío que el día ha generado en ellas, y recuerdo y recuerdo y recuerdo.
Mi corazón se detiene por un segundo, la respiración se agudiza, y mis labios pronuncian finalmente un nombre.
El vacío se apodera del camino, el verde del silencio, la tierra de la nada. 
Mi historia revolotea en el aire como mariposas, avanzando hacia el horizonte en donde se encuentra con mis suspiros. 
No es mi culpa, no quiero que lo sea, no quiero. 
Despierto a la luz del sol, y de frente el mar, profundo y poderoso. Me confunde su brillo, en el veo un esbozo de sonrisa que jamás olvidé, palabras que en mis labios quedaron para siempre. Falta de profundidad, no hay suficiente, requiero más. Mis ojos una vez llenos de vida y pasión, ahora vacíos y silenciosos.
El día termina y emprendo el viaje de regreso. Lluvia gruesa cubre mi retorno, y más palabras. Más historias, más canciones, más letras, más signos, más miradas.
Miradas no sinceras, hago lo mejor por disimular, pero mi interior no deja de existir, pero se extingue. Tengo miedo a que desaparezcas por completo.





martes, 7 de abril de 2015

Observar

Vacíos entre palabras, vacíos entre espacios, soledad entre sentencias, me sentía solo.
Una vez que acabaron de devastarme, me senté y esperé que alguien viniese a mi rescate, pues eso es lo que siempre hago.
Viví en un sueño por dos semanas, vivía una realidad alternativa. Yo un animal cautivo, y el alguien que haría lo que fuese para encontrarme, pero la ilusión terminó a la pocas semanas.
Viví sin entender mucho tiempo, mirando a las estrellas y esperando que llegara el otoño para confundir a aquellos que dudaban de mi falta de lágrimas, así nunca nadie las vería. 
El otoño tiene algo mágico, trae paz y desesperanza. Todos se encuentran a mitad de camino. Las hojas los bendicen mientras caen de los árboles. La neblina tapa los rastros de amantes. El frío obliga a los abrazos a hacerse presentes. A mi, me trae soledad.
Esperé y esperé, con pena en el corazón, pero con la esperanza a flote.
Me quedé por horas eternas mirando aquellos nuevos ojos, confundido con el mar que podía ver dentro de ellos. Pero en ese mar, me perdí.
Quise entregar algo nuevo, quise actuar como debía, sin miedo, sin frenos, sin barreras.
Quise disfrutar de este nuevo tiempo, de una nueva oportunidad.
Quise desocupar aquél espacio que alguien más había dejado hace apenas unos días atrás.
Quise y quise y quise, pero siempre hay algo algo algo que no terminé de esconder.
Un día, caminando por senderos llenos de desolación, me sentí seguro, y pude entender. Los árboles me miraban hacia abajo, haciendo referencia. El tiempo me apresuraba, el se agotaba, solo quedaban horas para ayudarme a entender. Mis pasos con premura me hacían volver al principio, debía repasar todos los detalles. 
El río corría ante mi, y llevaba consigo algo más que vida, tal vez muerte.
Un grito en el camino me despertó, me renovó, me hizo sentir quien era, hacia donde iba.
Comencé a danzar en el viento, las palabras se atascaron una a una en mi garganta. Una a una las frases llegaron a mi cabeza.
No debía, no podía, no quería pronunciar aquellas frases. Tenía miedo, sabía que una de ellas era soledad, era voluntad, sabía que era renacer.
Sabía que debía hacer, mientras seguía danzando.
Debía perder todo mientras podía, mientras aún quedaba algo de mi. 
Ahora sé que debía saber, ahora sé porque esperaba con ansias el otoño, ahora sé porque mis pasos denotaban un ritmo ajeno.
Mis manos ya no eran las mismas, mi cuerpo ya no era el mismo, mis ansias ya no eran las mismas, yo ya no era el mismo.
Algo se llevó, algo me quitó, algo cambió, algo algo algo.
Tanto tanto entregué, que ya no había nada más. Tal vez actué un papel, y decidí por el y por mi. 
Las palabras no fueron necesarias, ni el viento ni la lluvia para hacer aquella escena más de película.
Un beso de saludo y ni una palabra de despido.
Me quedé como debía, solo, sin nada, sin todo, sin nadie, sin todos, sin destino, sin pasos, sin palabras.
Y me alejo del mundo, porque es lo que debo hacer. Me alejo del mundo para poder volver a ser yo, sin nadie, solo yo.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Tuve miedo, tengo miedo, tendré miedo.

Desperté un día, repitiendo tu nombre mil veces. Desperté una tarde, y tu rostro se reflejaba en las luz diáfana que rociaba mi rostro de certidumbre. Desperté una noche, y ahí estabas, ya no eras más un artificio, no eras más una visión, eras una realidad utópica.
Me hundí en culpa sin entender que hacía. Nunca conocí una realidad tan abstracta como ello, el amor, que era el amor más que sufrir y perseguir. Entender que era el amor, era un desafío. 
Era tiempo de deshacerme de fantasmas, de historias sin principio y sin final, de deshacerme de toda la pesadumbre que llevaba conmigo y se acumulaba en los surcos del alma y que van acabando de poquito con tu ser. 
Tomé mis lagrimas y las guardé en un lugar seguro, no me gusta que otros entes sepan que el alma mía es tan tenue y sutil, madre siempre me enseñó a guardar apariencias.
Agrupé toda evidencia de debilidad y la quemé, se fue, desapareció, se desvaneció.
Borré aquellos besos ocultos de madrugada, esas manos que se entrelazaban ocultas entre aquellos destellos en el tiempo, las miradas cómplices sin sentido, y los amigos en común, todo a la basura.
Me preparé por días para recibir aquello que estaba destinado a llegar, sin saber que en el proceso, estaba lastimando a alguien más.
Presumí de tener el alma más fuerte, de poder controlar lo incontrolable, y de obviar el amor como materia concerniente, pero no era así. Cada vez que una lágrima se secaba, mi alma crecía y se restauraba, y fueron muchas las lágrimas que tuvieron que secarse. Y ahí estabas tu, serenidad ante todo, sin miedo, con alegría, sin miedo, con endereza, sin miedo, con aquellos ojos impasibles..sin miedo.
Nunca entendí como sucedió, solo sé que pasó. Entendí quien eras, de donde venías, porque venías, pero nunca entendí ¿porque yo?, si cualquiera era mejor que yo.
Presumí de tener seguridad, pero aquella convicción era falsa. Me jacté de tener fuerza, pero todo lo que tengo es fragilidad. Presumí de tener amor propio, pero todo lo que tenía eran inseguridades. Presumí de estar entero, pero lo único que me quedaba era un alma hecha pedazos.
Tuve miedo, tuve miedo, tuve miedo, tuve terror de dejarte entrar. Fue un proceso aún más largo que el hacer entender a aquellos que me rodeaban de mi osadía, creo que de alguna forma ellos creyeron, hasta cierto punto, todas las mentiras de las que los fasciné por años, un ser humano sin sus características primordiales.
Aprendí a ser inerme de nuevo, y mostrarme como tal ante el mundo, a confiar en las personas y entender el estado humano como tal, lleno de debilidades y errores. Aprendí a mirar a los ojos y decir la verdad inmaculada . A prendí a que no debía herir a otros para poder mantenerme estoico, de hecho, aprendí a que no debía permanecer fuerte, sino más bien frágil para afrontar el mundo. Aprendí a amar mis lágrimas y disfrutar las penas. Aprendí a abrazar de nuevo, y a disfrutar del amor que otros podían brindar, ese amor de familia puro, ese amor de amigo supeditado. Aprendí a escuchar sin tener que responder. Aprendí a dejar de pelear con mi necesidad de perfección. Aprendí tanto, sólo para poder estar listo.
Llené mi mente de letreros llenos de esperanza, mis ojos de imágenes del mundo, mis orejas de melodías sin fin, mis manos de nuevas sensaciones, mi cuerpo de vulnerabilidad.
Ante mi, tu, y ante tu, yo. 
Nos vimos, cruzamos miradas a medida que la noche avanzaba, me acerqué a ti y fue el fin de una historia, y el comienzo de otra. 
Tus ojos miraban los míos con profundidad absoluta, tus palabras y las mías se sentaron a planificar una tregua. Tu cuerpo y el mío una melodía. Y tus ojos, nuevamente, directamente impactando los míos, como un planeta nuevo por descubrir, un planeta cn una nueva historia de la cuál ser parte.
Pasaron días y días, y todo era nuevo. Celos, ansias, ganas, latidos, besos, manos, palabras, corazón, palpitar, sol, historias, soluciones, sueños.
Con miedo seguí adelante, con histeria continué, con terror dije mis primeras palabras, con ansias esperé, y con el corazón roto una vez más terminé.
No puedo culparte, no lo haré jamás. Merezco todo, merezco todo, merezco todo (debo repetirlo todos los días para no odiarte)
Tuve miedo, me arriesgué, tomé posición, con inseguridad dije aquellas que se encontraban en lo más profundo de mi garganta, de donde al parecer nunca debieron salir. Y ahí quedé, como temí, solo como al principio de esta historia.
Una historia que se repite una y otra vez, sin importar los personajes, sin importar los escenarios, sin importar los días, los meses, los años. 
Tuve miedo porque tuve un corazón que rompieron sin justa razón. Tengo miedo porque me está costando trabajo tomar esos pedazos pequeños que te entregué y quedaron en algún lugar. Tendré miedo, porque a pesar de haber cambiado, en algún lugar aún se encuentra el pendejo inseguro que solo quiere renunciar a sentir.


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