miércoles, 7 de septiembre de 2016

El vacío

Estaba a punto de finalizar con un periodo, de entregar el último punto final a una historia escrita con lágrimas, con lógica, con entrega, con locura.

Desperté en la mañana dispuesto a recorrer todo camino recorrido para ver si había algún otro fruto que recoger. Miraba como mis manos, mis manos, aquellas manos con las que tantas veces cubrí mi rostro me invitaban a avanzar. Entre mis recuerdos, una carta. En aquella carta mi pasado. En aquél pasado, pena. En aquella pena, mi verdad.

No es el día ni la hora para volver a leerle.

El espejo refleja mi humor interno, incertidumbre. Camino con prontitud, es hora de iniciar. 

Rutina diaria. Llegar, saludar, sonreír y contar algo gracioso del día anterior. Naturalidad ante todo. Pero un sentimiento comenzaba a corroer mis entrañas, mi pelo, hasta mi piel. Era el sentimiento de destrucción del fin.

A cada palabra escrita, me sentía más y más vacío, como si hubiese sido llenado por un espacios sin sentido, sin necesidad de existencia.

A cada minuto, mi cuerpo se sentía más vacío. Mi mente se sentía ofuscada y confundida. Mi piel se sentía sin razón, sin color, sin forma ni sentido.

Los pensamientos volátiles estaban ahí y luego desaparecían, se esparcían en el ambiente. Mi cuerpo a esa altura inerte podía moverse de un lugar a otro como en un estado permanente de danza, pero yo solo era el interprete. Mi danza interna era otra: absoluta confusión.

La noche llegaba y el sentimiento de vacío era cada vez mayor. Mi respiración era más rápida a cada segundo, mis pulmones no existían, solo llenaba el cuerpo de aire para poder quedar de pie. 

El frío podía atravesar mi piel, podía detenerme en cada esquina. Con cada parálisis, me sentía aún peor.

Los demás entes bailaban a mi alrededor, todo era un caos, todo era confusión, todo era falta de empatía.

Intentaba seguir sus pasos, bailar su ritmo, entender su espíritu y comunicar mi mundo interno. Fue imposible. 

Al finalizar, solo podía caminar, en soledad, en falta de compañía, en in entendimiento.

A cada segundo mis manjos jadeaban al igual que mis piernas. Solo podía realizar movimientos cortos mientras mis ojos iban llenandose poco a poco de lágrimas.

Que hacer cuando te sientes vacío y todo aquel que te rodea está aún más vacío que tú? Es que nadie se da cuenta de cuán vacíos están? Es que nadie puede entender el lenguaje del alma? Es que ya nadie tiene alma?

Camino rápido, corro rápido. Intento huir de mis pensamientos que me van destruyendo. No tengo nada, no he creado nada, todo lo he destruido.

Soy un eterno destructor de la vida, de la perfección. Alejo y exijo soledad, pero en soledad me destruyo y me pierdo. 

La oscuridad me va rodeando a medida que avanza la noche. Y corro y corro, pero no hay forma de escapar de mi propia soledad, de mi propia desolación, de mi autodestrucción maldita.

Las palabras se tornan contra mi. Las veo frente a mi. Las escucho murmurar cuán debil soy, en la carga que me he convertido.

No puedo correr más, me detengo.

Me hundo bajo un manto negro de desilución. Mi vida está acabada. Yo fui quien lo hizo. 

El vacío y yo nos volvemos uno solo. Es tiempo de saltar a él y convertirme en oscuridad una vez más.


Datos personales

Entradas populares