lunes, 3 de abril de 2017

Días y días

Despierto en medio de la noche rogando que el día no llegue nunca. Despierto cuatro, cinco veces esperando que aún sea de noche. 

Camino por mis pasillos, tocando mis puertas y sintiendo el frío de la madrugada en mis pies. Hago uso del baño sin prender la luz, pues tengo miedo que esa luz vaga pueda llamar al día a hacerse presente. 

Me siento frente al sillón, sin poder utilizarlo pues tengo miedo que sea un nuevo día. 

Miro con atención un camión que lleva semanas estacionado frente a mi casa. En inmensa quietud, en su inmenso silencio, en su capacidad de no existir, le admiro.

Vuelvo a la cama rogando que no haya pasado mucho tiempo, pero ya es de día.

Me meto a la ducha, me peino, bebo te y me visto para continuar con aquel día que no quise comenzar. 

Camino al trabajo recuerdo todo lo que he sido, anhelo todo lo que he sido, añoro todo lo que he sido. 

Cuando tiempo atrás tuve miedo, y tenía miedo, pero vivía. 

Siento cada día que el miedo a vivir me paraliza, y sólo quiero dormir. Quiero sentarme frente a un libro y vivir en él. Quiero ver a los ojos a los demás y escuchar sus hazañas y hacerlas mías. Quiero respirar el aire de los valientes, aquellos que se atreven a vivir: me volví un cobarde. 

Me siento vacío de emociones primordiales todo el día. No quiero comer, no quiero despertar, no quiero socializar.

Me hago daño día a día frente al espejo, en como hablo de mi, en como me expreso.

Cada vez que debo caminar por la calle, me siento como haciéndolo en cámara lenta. Rogando no ver a nadie, pues no quiero conversar. La palabras duelen todo el día.

Estoy cansado de estar cansado. Estoy cansado de dar tantos pasos. Estoy cansado de despertar.

5, 6, 7, 8

Llevo dos días perdido en algunos lugares en mi propia casa. Llevo dos días encontrándome con algunos recuerdos que recuerdo haber ordenado entre mis libros.

Hoy, mientras me duchaba, me sumergí e un mundo olvidado. Llevo tanta pena en el cuerpo, llevo tantas lágrimas acumuladas, llevo tanta soledad  cuestas que se me hace difícil no hacerlo.

Me senté en el patio a mirar el cielo, que a pesar de iluminarme con el ostentoso sol, me hace sentir frío hasta en lo más profundo de los huesos.

Intento salir, intento olvidar, intento caminar más, pero sigo sintiendo pena. Llevo días sufriendo por algo que ni yo mismo sé como llamar.

Se me olvida el café en la mañana, se me olvida agradecerle a mi cama. se me caen los pasos y hasta los ojos. 

Me pierdo en el día y en la madrugada, me encuentro de noche en mis sueños y me siento a observar mis vacíos.

Me despierto rogando que el alba nunca llegue.

El espejo me devuelve cada mañana ese ser que siento soy por dentro: ojos cansados, lagrimosos, un luchador que se cansó de continuar. Prefiero dormir, prefiero soñar, pero las pesadillas me llenan e inundan los recuerdos.

Las canciones más alegres se han vuelto un grito que desgarra mis interiores sentimientos. Cada paso es un recuerdo con el que tropiezo en medio del día. Sufro de anhelo constante.

Analizo que he hecho mal, cuantos errores he cometido, cuantos más no debo cometer. Tengo miedo.

Llego cada tarde a casa. Me siento en el sillón. Siento esa gran soledad de la que soy parte. Y duermo en pena.

Lo que tuve ya no está. Ya no regresará. No debe regresar, porque me daño. Pero lo extraño.

martes, 20 de diciembre de 2016

Reflexión de un día de lluvia

Observando la lluvia caer, analizo pacientemente este último año, estas últimas decisiones, estos últimos errores.

Errar nos enseña a discernir y entender la vida. Errar nos permite conocer lo malo y lo bueno. Errar me ha salvado de la pena absoluta. Pero cuanto realmente he errado?

Desde principios de año me propuse no volver a tener miedo, y creo que no he tenido miedo. Siempre soy precavido e intento entender los sucesos como son. Conocí grandes hombres y grandes mujeres. A su vez, conocí a los seres más erráticos del planeta, pero errar es como nosotros aprendemos, por ende: son realmente malos?

He sufrido en poco tiempo lo que no me he permitido sufrir en años. He pasado las alegrías más grandes´como las penas mas intensas, la tranquilidad absoluta, inclusive la seguridad de haber encontrado al correcto. Pero como en la vida, yo estaba equivocado.

Sentí mi pecho arder en infinitas ocasiones. Sentí mis ojos deshacerse en llantos de penas y alegrías. Sentí mi mente alejarse de mi por horas después del acertijo de vida que había creado. Pero creo que nunca antes me había sentid tan persona, tan seguro de continuar viviendo al máximo de mis posibilidades.

Este año bailé la pena de perder seres tan grandes en su inmensidad que el corazón se me partió mas de una vez, pero aún así jamás lloré (al menos no en público). Este año conocí a aquellos que me liberaron de esa prisión en que vivía, en que todos debían ser complacidos y no jamás lo hubiese pensado como respuesta antes de ellos. Este año conocí las decepciones más grandes cuando alguien por fin logró derribar aquellos prejuicios que había construido en mi respecto a las relaciones amorosas, y me decepcionó de la manera más espantosa que alguien podría haberlo hecho, pero aún así aprendí y no tengo miedo de volver a decepcionarme (de otro por supuesto). Este año aprendí que el amor, no es sólo uno; que el cuerpo y el alma no están divididos, que somos uno; que la sociedad y yo no somos entes apartes, somos uno; que la danza me llena todos los rincones y cada momento del día; que la pena es un sentimiento hermoso que me permite crear y recorrer lugares antes ciegos a mi visión; que la vida es una, y que necesito seguir errando para continuar aprendiendo.

Voy a continuar equivocándome aún más, voy a cometer grandes errores, voy a llenarme de penas y rabias, voy continuar viviendo sin preguntarme el siguiente día: estaba bien lo que hice?

Continúo aprendiendo.

Reflexión de un día de lluvia.

martes, 22 de noviembre de 2016

El amanecer de un vacío

Una noche un argumento y una simple oración bastó para comenzar a ordenar mis pasos hacia un encuentro.

Bailes y canciones movían nuestros cuerpos, las palabras podían permanecer inmóviles por mucho tiempo, pero eventualmente recuperaban su movilidad y una vez mas podíamos volver a ser eruditos en acción.

Hablábamos de viajes y recuerdos, de copas y hojas. Un árbol acompañaba nuestro mas grande invento: la amistad serena.

Abrazados todos mirando como el fuego consumía un tronco tras otros, los vegetales iban desapareciendo lentamente de la parrilla preparada para deleitar con dulzura y amargor nuestra noche de exención. Las palabras y carcajadas continuaban saliendo de nuestras bocas de forma natural.

Que felicidad sentí por momentos eternos, que paz me invadía.

Pero todo llega a su fin, y aquello también. Procedí a dirigir mis pasos hacia un encuentro taciturno de cuerpos en estados constantes de movimiento, de encuentros móviles con la música y el deseo.

Entre risas y gestos, compartí momentos atesorados que repetí sin vacilar. Entre brebajes y formulas futuras podía moverme lentamente a través de una masa de cuerpos que disfrutaban en conjunto de la melodía que formaba la noche y la libertad de expresarse sin miedo a nada.

Pero la noche no podía finalizar, no de esa manera, la danza debía disfrutarse hasta cansarnos. Continuábamos caminando y buscando algunos minutos más de exención. Un tumulto de gentes aún podían proveernos de energía y melodías que revolvían hasta lo más profundo de nuestro centro: la felicidad seguía siendo parte de nosotros.

Pero en medio de aquellos, una mirada me cautivó hasta detenerme en el tiempo y dejarme sin palabras. Un rostro cambió totalmente mis deseos de danzar libre sin excusas. Un cuerpo me detuvo hasta perder la noción del tiempo y espacio. Nada más existía, nadie más existía, nada mas era real. 

Sus besos eran suaves, sus manos reconocibles, sus ojos profundos me perdieron en la noche, me llevó la noche. 

Dormir y despertar junto a ellos, simplemente un tesoro de una noche envuelta en papel celofán.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El vacío

Estaba a punto de finalizar con un periodo, de entregar el último punto final a una historia escrita con lágrimas, con lógica, con entrega, con locura.

Desperté en la mañana dispuesto a recorrer todo camino recorrido para ver si había algún otro fruto que recoger. Miraba como mis manos, mis manos, aquellas manos con las que tantas veces cubrí mi rostro me invitaban a avanzar. Entre mis recuerdos, una carta. En aquella carta mi pasado. En aquél pasado, pena. En aquella pena, mi verdad.

No es el día ni la hora para volver a leerle.

El espejo refleja mi humor interno, incertidumbre. Camino con prontitud, es hora de iniciar. 

Rutina diaria. Llegar, saludar, sonreír y contar algo gracioso del día anterior. Naturalidad ante todo. Pero un sentimiento comenzaba a corroer mis entrañas, mi pelo, hasta mi piel. Era el sentimiento de destrucción del fin.

A cada palabra escrita, me sentía más y más vacío, como si hubiese sido llenado por un espacios sin sentido, sin necesidad de existencia.

A cada minuto, mi cuerpo se sentía más vacío. Mi mente se sentía ofuscada y confundida. Mi piel se sentía sin razón, sin color, sin forma ni sentido.

Los pensamientos volátiles estaban ahí y luego desaparecían, se esparcían en el ambiente. Mi cuerpo a esa altura inerte podía moverse de un lugar a otro como en un estado permanente de danza, pero yo solo era el interprete. Mi danza interna era otra: absoluta confusión.

La noche llegaba y el sentimiento de vacío era cada vez mayor. Mi respiración era más rápida a cada segundo, mis pulmones no existían, solo llenaba el cuerpo de aire para poder quedar de pie. 

El frío podía atravesar mi piel, podía detenerme en cada esquina. Con cada parálisis, me sentía aún peor.

Los demás entes bailaban a mi alrededor, todo era un caos, todo era confusión, todo era falta de empatía.

Intentaba seguir sus pasos, bailar su ritmo, entender su espíritu y comunicar mi mundo interno. Fue imposible. 

Al finalizar, solo podía caminar, en soledad, en falta de compañía, en in entendimiento.

A cada segundo mis manjos jadeaban al igual que mis piernas. Solo podía realizar movimientos cortos mientras mis ojos iban llenandose poco a poco de lágrimas.

Que hacer cuando te sientes vacío y todo aquel que te rodea está aún más vacío que tú? Es que nadie se da cuenta de cuán vacíos están? Es que nadie puede entender el lenguaje del alma? Es que ya nadie tiene alma?

Camino rápido, corro rápido. Intento huir de mis pensamientos que me van destruyendo. No tengo nada, no he creado nada, todo lo he destruido.

Soy un eterno destructor de la vida, de la perfección. Alejo y exijo soledad, pero en soledad me destruyo y me pierdo. 

La oscuridad me va rodeando a medida que avanza la noche. Y corro y corro, pero no hay forma de escapar de mi propia soledad, de mi propia desolación, de mi autodestrucción maldita.

Las palabras se tornan contra mi. Las veo frente a mi. Las escucho murmurar cuán debil soy, en la carga que me he convertido.

No puedo correr más, me detengo.

Me hundo bajo un manto negro de desilución. Mi vida está acabada. Yo fui quien lo hizo. 

El vacío y yo nos volvemos uno solo. Es tiempo de saltar a él y convertirme en oscuridad una vez más.


martes, 19 de julio de 2016

Abismo

Mirando al fondo de abismo, es que me encontré navegando en los deseos mas profundos y vacíos de toda lógica. 

Me balanceo dentro de un augurio de mentiras, pero no logro caer con el cuerpo muerto. Mis manos están activas y ávidas de continuar experimentando con el cuerpo.


Mi cuerpo cubierto de la tela más exquisita y oscura, se ve excitado por el roce que produce el viento y las telas. Continúo observando el abismo; neutro y con atisbos de locura muerta, retazos de creencias extintas.

Mi cabeza continúa contorneando una composición escénica abierta, experimentada, creada y destruida. 

El viento desde el fondo presiona fuertemente para poder mover y remover lo extinto y lo real.

Doy vueltas dentro de mi eje, logro marear mi mente para poder volver a lo básico y comenzar a crear desde la ignorancia.

Camino por el color blanco, me muevo entre sombras mientras mi cuerpo va creando formas que se van adaptando con exactitud al vacío.

Cada cuerpo va dejando atrás el vacío dejado por una presencia anterior. Intento apropiarme de sus vacíos, intento ser ellos sin dejar de ser yo. Intento experimentar su vida sin términos, sus aventuras y sus sueños.

Robo sin miedo su creación, me siento parte de ella y agrego parte de la oscuridad que me fue otorgada luego de tantos intentos negados de destrucción.

Camino paso a paso, me muevo lentamente en esta nueva luz creada a partir del uso conmesurado del color blanco.

Voy al suelo, y creo. Recreo el cielo, el aire, las nubes, las aves y la lluvia. Me inspiro ante tanto estímulo.

Pero ahí está nuevamente, el abismo. Me mira a los ojos y yo lo miro directamente.

Me vacía a cada segundo.
Me vacía a cada minuto.
Me vacía a cada hora.

viernes, 17 de junio de 2016

Renacimiento

Los días son siete, y las horas del día son 24.
Un día se compone de una mañana, una tarde y una noche.
Yo soy un cuerpo que contiene muchos cuerpos más, muchas almas.
Solía recordar como una oración preestablecida estos hechos. 
Podía contar con mis dedos cada pensamiento expresado.
Las palabras se me caían de la boca y de las manos.
Caminé por meses sin disturbios ni estímulos.
Buscaba desconexiones sin solución, buscaba una verdad sin razón.
Me inundaba un sentimiento neutro, un aprendizaje insignificante.
Merodee por días aquellos lugares donde las guitarras no dejaban de sonar.
Me cautivé por aquellos cuerpos en donde la danza no cesaba.
Me salvé de pronto, comencé a recuperar las palabras y mi rostro.
Tomé restos de tela y pinté mi pasado, escribí mi pasado, destrocé el pasado.
Caí por meses, me arrastré por meses; un cuerpo alicaído que no vivía.
Aprendí a vivir en silencio, a caminar en puntillas, a dejar todo, a dejarme.
Abandoné todo para vivir este nuevo papel, un muerto en vida.
Pero redescubrí mi cuerpo, redescubrí la gente y las estaciones.
Sufrí con los cambios, y volví a la vida. 
El sol era sol de nuevo y no solo luz. El frío era frío y no solo una razón de vestir.
Mi piel entró en contacto con otros, así como mis manos y mis pies con el suelo.
Me volví a arrastrar con el cuerpo vivo, y volví a levantar mis piernas para vivir.
Comencé a caminar con rumbo, comencé a sonreír, comencé a hablar.
Me levantaron en un segundo, y al siguiente ya estaba bailando en medio de todos.
Fue hermoso redescubrirme, fue hermoso pertenecer, fue hermoso renacer.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Giant in my heart

I tried my best and I'll confess I'll love with less
I gave the most and took the loss from what I chose
I fought for you, you led me to a painful truth
and now I wait without a heart to save



jueves, 5 de mayo de 2016

Buenas días día, buenos días sol

Ni siquiera el viento se atrevió a soplar. Las caras podían verse a través de millones de lentes que disparaban su perspectiva la vacío, los ojos no podían ver, solo direccionar.

Nos mantuvimos cautos caminando, observando, recordando. Una mano, un abrazo, un hombro y una cabeza que se apoyaba. Muchos zapatos, muchos pasos; dos, tres, cuatro, y cinco.

Adelante iban aquellos que guiaban lentamente el camino, llenos de emoción y de confusión. Millones de preguntas pasaban por las cabezas de los asistentes, podía verlas girar y bailar sobre nuestras cabezas. Llenas de una carga energética que simplemente dejaba tu mirada perdida.

Seguimos por largos senderos a los asistentes, sin mencionar palabra alguna. Mano con mano, hombro con hombro, pena con pena. 

Al parar las primeras palabras, con dolor, con sabiduría y llenas de historia. Los recuerdos rondaron por cada uno de nuestras mentes. Aprisionábamos nuestros recuerdos a aquél ataúd, el dolor se hacía más grande.

Los colores que nos rodeaban eran hermosos, llenos de un sabor otoñal. Los árboles no se movían, el pasto verde no se movía, sólo algunas hojas ocasionales que decidían avanzar para ser partícipes de nuestra ceremonia. 

Un poco de tierra, otro poco, posterior a ello, el más doloroso; el último.

Tres hombres comienzan a bajar el ataúd, los sollozos no se hacen esperar. Hasta llegar un punto de no retorno, el silencio vuelve otra vez. La quietud simplemente se vuelve el todo.

Un último adiós, y un último hasta luego Panchita.

Buenos días día, buenos días sol. Buenas noches Francisca.

jueves, 24 de marzo de 2016

Reconociéndome

Desperté de madrugada, en mi pecho sentí un sonido que se apresuraba a salir por la boca. Mis cuerpo tenía vida propia. Me apresuré a ponerme de pie, abrir la cortina para iluminar un poco la pieza oscura, y dejar entrar la luz de luna.

Analice cada movimiento, cada suspiro. Sentía algo nuevo que se movía dentro mi propia garganta, sin ser capaz de construir a cada vocal y consonante aquello que me había despertado tan abruptamente.

Sentía la noche pesada, las estrellas brillar a los lejos, mientras a ratos desaparecían para volver a aparecer. La oscuridad dejaba de reflejar su abominación, en vez, la luna iluminaba distintos lugares, entre los que podía volver un árbol y un perro durmiendo bajo su alero.

Bajé y me preparé un café. Siempre es bueno ser capaz de beber algo en la noche cuando el sueño simplemente decide desaparecer por completo.

Mientras subía la escalera, comencé a repasar en mi cabeza el día. En el estaba el trabajo, mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis compañeros de danza y panqueques. Conversaciones de viajes futuros y planes de fin de semana. 

De pronto, al sentarme frente el computador, decido darle play a canciones preferidas. Las escucho mientras lentamente meneo mi cabeza a su ritmo, y me preparo a recostarme en la cama. En el camino me permito relajarme un poco mas y me recuesto en la alfombra, se siente mas reconfortante que la cama en este momento.

Es entonces que me golpea una vez más aquel ruido. Era un suspiro profundo, como si viniese del alma. 

He pasado semanas vaciando aquellos pensamientos, sentimientos, emociones y recuerdos. Y me encuentro aquí, en blanco, en negro y gris. No entiendo mucho, sé muy poco, y siento nada. Miedo.

Escucho una canción sin pensar en el dolor, en la alegría ni en el perdón. Bebo la taza de café sin pensar en un otro, en un momento, en una situación. Pongo mis pies sobre el suelo frío sin sentir necesidad de mañanas, ni recuerdos del ayer. Miro mi cama sin llorar el vacío, sin extrañar el todo. Siento nada.

Querer es poder, pero yo no quiero nada. Me siento yo cuando camino en la calle sin tener que sobre utilizar el cerebro, más que recordar hacia donde voy y como hacerlo. Beber una copa de vino sin tener que exponerme al escrutinio público por miedo a contar una historia de amor nunca contada. Despertar en la noche sin necesidad de ver el celular por miedo a no haber dado las buenas noches o enviar una foto en medio de la noche para decir que extraño.

Mis recuerdos son bellos, otros horrendos, otros penosos y alegres: agridulces. Pero ya no me afectan. 

Puedo conversar y ver a la cara sin sentir que oculto algo. Puedo sentir la soledad siendo parte de mi, pero sintiéndome conforme con ella y sus derivados: almuerzos preparados por mi, degustación de vinos, desayunos en compañía de un libro, tardes de fotografías en solitario, piel que sólo siente el roce de las sábanas.

Se siente raro permanecer en un estado de silencio sin que una voz interior boicotee tu paz. Se siente muy raro permanecer inmóvil por un momento muy prolongado sin ser interrumpido por movimientos involuntarios del celular. Se siente raro, pero se siente bien, se siento yo, siendo yo, actuando como, aprendiendo de mi.


miércoles, 2 de marzo de 2016

Miércoles 02 de Marzo de 2016

Miércoles 02 de Marzo. Dos meses y dos días en lo que va del año. 62 días desde que decidí comenzar de nuevo.

Días de pérdidas, de reencuentros, de encuentros y desencuentros. Días de rabia, pena, alegrías y odio. No sé hasta que punto sentí cada emoción, no sé hasta que punto me afectaron, pero aquí estoy, Miércoles 02 de Marzo de 2016.

Semanas de libertad y oposición, de entrega y recibimiento. He pasado unos días increíbles re-descubriéndome, y he pasado los días más terroríficos re-encontrando miedos y odios ocultos bajo la vanidad de mi ser. Superficialidad y espiritualidad juntas y unidas.

Perdí muchas cosas que jamás pensé perder. Gané cosas que jamás pensé obtener. Todo lo regalé.

Me propuse vivir todo aquello que no me había permitido por más de 20 años: penas, alegrías, blablabla. Todo ello con una sola condición; que sea todo a full.

He pasado 2 meses y 2 días vacíando el interior. Recordando cada evento importante en mi línea de tiempo. Llorando cada pena que dejé sin tocar. Riendo cada alegría que con reserva disfruté en el pasado. Escribí todo en papel. Grabé todo en cinta. Pegué todo en cuaderno. Leí todo en mis memorias. Todo hasta que no quedó nada.

Miércoles 02 de Marzo de 2016. Estoy listo para volver a comenzar.

martes, 12 de enero de 2016

Vacíos entre palabras

Tus ojos siempre me recuerdan la primera mañana que desperté pensando en ti. Aquella alegría por primera vez infinita, que sentía solo por el hecho que tu estabas en mi vida, aportando, haciéndome crecer, haciéndome creer.

Me enseñaste a no tener miedo y a enfrentarme a la vida de una manera que jamás lo había hecho. Tu me enseñaste a creer en algo más que en mi. Me enseñaste que aquellos que estaban a mi lado eran mas grandes que mi soledad y más infinitos que el universo.

Mi ser se convirtió en luz y esperanza, en infinito amor por ti y por aquellos ojos que me hacían sentir como un adolescente en medio de una odisea mágica. Tu voz me cautivaba a cada segundo; quería expresar a cada segundo algo nuevo por ti, pero detenía por miedo a perderte, pues sentía algo profundo y verdadero. Contigo jamás tuve que fingir a ser alguien que no era, fue suficiente por lo que te hice pasar por más de cuatro meses.


Te veía como espectador, mientras te debatías entre el miedo a seguir conquistandome y el amor propio que dejabas en cada intento. Recuerdo como si fuese ayer esa noche mágica en la que juntos nos tomamos de las manos, y fuimos a dar a un puente que unía la realidad y la fantasía, un horizonte mágicamente oscuro que ocultaba mi alegría y mi vergüenza. Me aterraba el no ser lo suficientemente bueno una vez que decidiera dejar atrás todo lo que me ataba al pasado. Pero lo hice, lentamente mientras te alejaba para poder conocerme yo, antes de presentarme frente a ti. Me decide de mi yo viejo, y comencé a desechar todo aquello que no sirviera en mi nueva vida: sueños, penas, expectativas que en nada se adaptaban a mi realidad, personas que ya no aportaban de forma positiva, mi pasado.

Me costó dejar ir pues había construido con tanto agobio un hogar, un templo, un muro de protección en el que nunca nadie entró; nadie hasta que llegaste tu.


Avancé así a casa paso sin mentiras, como te prometí una vez, como me prometí una vez. 

Adolecía de dolores desde que mi vida llena de sentimientos, me había llenado de soledad el alma después de tantas rupturas pequeñas que fueron reparándose lentamente, sin repararse del todo pues sentía una distancia del mundo que era sólida, inquebrantable.

Crecí pensando que era el hombre más fuerte del mundo, que nada podía afectarme. Me deshice de todas las penas, bloqueé todo sentimiento débil, y prohibí que las lágrimas volviesen a salir de nuevo; me hice de hierro. Me sentía en paz absoluta; un ser humano sin sentimientos, otros que rencores y odio. Nunca pensé llegar a amar de nuevo, pero lo hice. Te amé, te amé y te amé. Tanto, tanto, que te entregué todo en palabras, y me entregué completo tras cada caricia, cada mirada, cada suspiro en el quería susurrar tu nombre tan fuerte.

Cada día fue maravilloso, cada momento fue inolvidable. Al punto que si me preguntas fecha y hora, sabré decirte exactamente en donde estaba y que pensaba, si estaba contigo pensaba en ti, si no estaba contigo seguía pensando en ti. Pero decidiste irte, tener miedo, abandonarme en un caos absoluto. No supe como reaccionar más que sonreír y besarte la frente, pero me habías destruido más allá de lo que puedas suponer, me hiciste mierda.

Hay dolores y dolores: los físicos, los mentales y los del alma, pero este era un nuevo dolor para mi. Me dolía el pelo, el alma, el corazón, los huesos, la piel, los recuerdos, me dolía hasta mis pasos que ya daba sin ti. Me quedé tan solo, que ni la compañía de aquellos que fueron mi luz, podía calentar el alma. Me dediqué a escribirte tantas cartas, tantos poemas, tantas historias, tantas palabras fueron las que inspiraste, que las quemé no sólo en papel, las quemé una por una en mi cabeza, pues intentaba olvidar.

De pronto llegó alguien más que intentó quedarse en mi vida, pero tu presencia y tu recuerdo eran un monumento que ni siquiera él pudo manejar. Su tarea fue tan grande, su acometido tan imposible, que el día de mi cumpleaños simplemente se rindió y se marchó a buscar nuevos rumbos que no incluyeran ni mi presencia ni mi recuerdo.

Me mantuve seis meses compuesto, asistiendo a fiestas y ensayos de alegría, siempre con tu recuerdo en algún lugar de mi cuerpo; algunas veces en mi cabeza cuando escuchaba alguna canción, en mi cuerpo aquellas noches frías que me recordaban aquel viaje infinito a la playa, a los suspiros pues me recordaban los tuyos, mis manos cuando alguien más las sostenía porque esas manos te pertenecían sólo a ti y a nadie más.


Me mentí por seis largos meses. Cada mañana me decía he de olvidarte hoy!, pero nunca pude hacerlo.

Agonía sentía cada vez que cruzábamos miradas. Sólo quería correr a tus brazos y quedarme ahí y hablarte o comprar un helado y caminar o simplemente mirar en aquellos ojos profundos en los que alguna vez yo navegué.

Recordaba esa sed por mi que siempre tuviste, cuando tus besos no eran simplemente amor, era alegría infinita porque nos encontramos el uno al otro y estábamos ahí, en alma y cuerpo. 

Te amé de una forma que no voy a volver a amar a nadie más, porque simplemente el primer amor es el más profundo, y el tuyo fue como un cristal, sincero, vulnerable, transparente y valioso. Me costó tanto adaptarme a una vida en la que ya no existías, y en la que yo ya no existía en la tuya. Te vi repartir esos momentos que yo atesoraba y anhelaba con otros y mordiéndome los labios intentaba no pronunciar tu nombre. Nunca nadie escuchó, pues aprendí a callar y a fingir a la perfección.

A cada encuentro la pasión me inundaba, pero simplemente te saludaba para poder llevar a cabo una actuación que sabía de memoria; levantar las ojos, mirarte por menos de tres segundos, sonreír, bailar, mirarte mientras tu no lo hacías para poder tenerte aunque sea en imágenes, bailar y emborracharme hasta olvidar quien era yo y quien eras tu. Acto final, al finalizar la noche te pensaba tan fuerte que esperaba que nadie me oyera, pero muchos lo hicieron. Hasta los días de hoy, no saben el nombre del antagonista de mi historia de amor. 

Meses pasaron, miradas llenas de odio que me hirieron hasta romperme una vez más. Me anulaste tanto que ya no pude bailar, ya no pude expresarme pues la pena me inundaba y tu siempre estabas ahí.

Meses pasaron, miradas de perdón, miradas de disculpas, abrazos sinceros y palabras furtivas. Meses pasaron, te recuperé en mi vida pero nunca como quise que sucediera. Aveces te tenía como amigo, a veces como conocido, aveces como un desconocido que te invita a olvidarlo, pero no pude hacerlo.


En secreto siempre rogaba para que aparecieras donde yo estaba, aunque sea para poder robarte unos segundos de tu vida. Hacia el final sentía que te recuperé un poco más, sentía que ya casi te tenía, sentía que tus ojos volvían a ser profundos y que podría navegar en ellos, tu sonrisa diáfana me alegraba los segundos míos, pero hay un detalle; esta vez te pierdí para siempre. Te vas de mi vida, para siempre, por siempre y consciente.

Te voy a extrañar, te voy a volver a sufrir como la primera vez, esta vez sin tu presencia, y me voy a obligar a superarte. Ya te extraño, ya siento esos vacíos entre palabras que voy a decir: 

1. estoy bien (mentira)

2. ya no lo extraño (mentira)

3. casi no lo recuerdo (mentira)

4. me voy a volver a enamorar (una casi mentira)

Vacíos... vacíos... vacíos.

Nada es verdad, nada será verdad, solo nuestra historia fue verdad. Te deseo lo mejor, porque mereces lo mejor. Nuestras vidas se separan para siempre, pero una parte de mi te recordará hasta que pueda olvidarte. Y aunque algún día sea capaz de olvidarte, la promesa de recordarte se mantendrá pues siempre estaré escribiendo acerca de aquello que tanta felicidad me dio y que tanto amor me entregó.



lunes, 1 de junio de 2015

Tengo miedo de desaparecer por completo

Tomé una maleta, buenos deseos, ganas de iniciar y me fui de paseo.
Tomé la decisión de viajar para poder atraer energías necesarias y alejar esos fantasmas de los que uno se hace amigos en el diario vivir. 


Observé el mar y las olas mágicas que pueden hacer entrar en razón hasta al mas loco de los cuerdos. Me rodeé de maravillas por tantas horas que simplemente era difícil dejar de observar el horizonte y los árboles que me llamaban a intercambiar energías. Me mojé con aquella lluvia que necesitaba depurar mis sentidos más pusilánimes que aún se esconden entre aquellos cuadernos que mantengo ocultos en el desván por miedo a ser descubiertos, después de todo, la vulnerabilidad es lo que nos mata día a día. Me senté a ver en los charcos mis recuerdos y memorias, a analizar cada uno y una de ellas, a verme caer y entender los porqué. Me encontré bailando la melodía de la tranquilidad y la paz, esa melodía anhelada que jamás soy capaz de escuchar, ahora por fin me encontraba junto a ella. Cocinando con personajes que ya no existen nisiquiera en las historietas, aquellos épicos personajes antagónicos dignos de ser descritos y vistos al menos dos veces en la vida. Sirviendo palabras a mi pasado, entregando elementos de inseguridad para que sean llevados lejos de mi ser. Esperando a ser descubierto para que de una vez por todas alguien me diga lo que necesito escuchar.

Pero no, nadie lo hizo, porque aquello lo susurro para que nadie sea capaz de escuchar.
Mirar al cielo y ver el pasado, es simplemente maravilloso. El cielo te obliga a cerrar los ojos, los ojos te obligan a imaginar lo que tienes en frente, tu obligas al cerebro a imaginar, la imaginación obliga a la memora a ser parte de este proceso, y la imaginación finalmente se ve interrumpida por los sentimientos que están deseosos de arruinarlo todo.
Me senté en el borde de la cama, mirando un perro interactuar en total sinceridad con otro. Sinergia, control, imaginación, interacción, comunicación.
Me resulta difícil mantenerme erguido y quieto, quiero correr.
Avanzo por el pasillo esperando ser detenido y consultado sobre situaciones cotidianas, pero nadie parece notar que en mi cabeza se han comenzado a acumular ideas y situaciones poco ortodoxas.
Al llegar al balcón, me detengo y me encojo. Mirando hacia el horizonte observo lo que ha sucedido, recuerdo los cambios en mi cuerpo, siento la palpitación del corazón a medida que acelera, cubro mi cara para sentir el frío que el día ha generado en ellas, y recuerdo y recuerdo y recuerdo.
Mi corazón se detiene por un segundo, la respiración se agudiza, y mis labios pronuncian finalmente un nombre.
El vacío se apodera del camino, el verde del silencio, la tierra de la nada. 
Mi historia revolotea en el aire como mariposas, avanzando hacia el horizonte en donde se encuentra con mis suspiros. 
No es mi culpa, no quiero que lo sea, no quiero. 
Despierto a la luz del sol, y de frente el mar, profundo y poderoso. Me confunde su brillo, en el veo un esbozo de sonrisa que jamás olvidé, palabras que en mis labios quedaron para siempre. Falta de profundidad, no hay suficiente, requiero más. Mis ojos una vez llenos de vida y pasión, ahora vacíos y silenciosos.
El día termina y emprendo el viaje de regreso. Lluvia gruesa cubre mi retorno, y más palabras. Más historias, más canciones, más letras, más signos, más miradas.
Miradas no sinceras, hago lo mejor por disimular, pero mi interior no deja de existir, pero se extingue. Tengo miedo a que desaparezcas por completo.





martes, 7 de abril de 2015

Observar

Vacíos entre palabras, vacíos entre espacios, soledad entre sentencias, me sentía solo.
Una vez que acabaron de devastarme, me senté y esperé que alguien viniese a mi rescate, pues eso es lo que siempre hago.
Viví en un sueño por dos semanas, vivía una realidad alternativa. Yo un animal cautivo, y el alguien que haría lo que fuese para encontrarme, pero la ilusión terminó a la pocas semanas.
Viví sin entender mucho tiempo, mirando a las estrellas y esperando que llegara el otoño para confundir a aquellos que dudaban de mi falta de lágrimas, así nunca nadie las vería. 
El otoño tiene algo mágico, trae paz y desesperanza. Todos se encuentran a mitad de camino. Las hojas los bendicen mientras caen de los árboles. La neblina tapa los rastros de amantes. El frío obliga a los abrazos a hacerse presentes. A mi, me trae soledad.
Esperé y esperé, con pena en el corazón, pero con la esperanza a flote.
Me quedé por horas eternas mirando aquellos nuevos ojos, confundido con el mar que podía ver dentro de ellos. Pero en ese mar, me perdí.
Quise entregar algo nuevo, quise actuar como debía, sin miedo, sin frenos, sin barreras.
Quise disfrutar de este nuevo tiempo, de una nueva oportunidad.
Quise desocupar aquél espacio que alguien más había dejado hace apenas unos días atrás.
Quise y quise y quise, pero siempre hay algo algo algo que no terminé de esconder.
Un día, caminando por senderos llenos de desolación, me sentí seguro, y pude entender. Los árboles me miraban hacia abajo, haciendo referencia. El tiempo me apresuraba, el se agotaba, solo quedaban horas para ayudarme a entender. Mis pasos con premura me hacían volver al principio, debía repasar todos los detalles. 
El río corría ante mi, y llevaba consigo algo más que vida, tal vez muerte.
Un grito en el camino me despertó, me renovó, me hizo sentir quien era, hacia donde iba.
Comencé a danzar en el viento, las palabras se atascaron una a una en mi garganta. Una a una las frases llegaron a mi cabeza.
No debía, no podía, no quería pronunciar aquellas frases. Tenía miedo, sabía que una de ellas era soledad, era voluntad, sabía que era renacer.
Sabía que debía hacer, mientras seguía danzando.
Debía perder todo mientras podía, mientras aún quedaba algo de mi. 
Ahora sé que debía saber, ahora sé porque esperaba con ansias el otoño, ahora sé porque mis pasos denotaban un ritmo ajeno.
Mis manos ya no eran las mismas, mi cuerpo ya no era el mismo, mis ansias ya no eran las mismas, yo ya no era el mismo.
Algo se llevó, algo me quitó, algo cambió, algo algo algo.
Tanto tanto entregué, que ya no había nada más. Tal vez actué un papel, y decidí por el y por mi. 
Las palabras no fueron necesarias, ni el viento ni la lluvia para hacer aquella escena más de película.
Un beso de saludo y ni una palabra de despido.
Me quedé como debía, solo, sin nada, sin todo, sin nadie, sin todos, sin destino, sin pasos, sin palabras.
Y me alejo del mundo, porque es lo que debo hacer. Me alejo del mundo para poder volver a ser yo, sin nadie, solo yo.

miércoles, 4 de marzo de 2015

Tuve miedo, tengo miedo, tendré miedo.

Desperté un día, repitiendo tu nombre mil veces. Desperté una tarde, y tu rostro se reflejaba en las luz diáfana que rociaba mi rostro de certidumbre. Desperté una noche, y ahí estabas, ya no eras más un artificio, no eras más una visión, eras una realidad utópica.
Me hundí en culpa sin entender que hacía. Nunca conocí una realidad tan abstracta como ello, el amor, que era el amor más que sufrir y perseguir. Entender que era el amor, era un desafío. 
Era tiempo de deshacerme de fantasmas, de historias sin principio y sin final, de deshacerme de toda la pesadumbre que llevaba conmigo y se acumulaba en los surcos del alma y que van acabando de poquito con tu ser. 
Tomé mis lagrimas y las guardé en un lugar seguro, no me gusta que otros entes sepan que el alma mía es tan tenue y sutil, madre siempre me enseñó a guardar apariencias.
Agrupé toda evidencia de debilidad y la quemé, se fue, desapareció, se desvaneció.
Borré aquellos besos ocultos de madrugada, esas manos que se entrelazaban ocultas entre aquellos destellos en el tiempo, las miradas cómplices sin sentido, y los amigos en común, todo a la basura.
Me preparé por días para recibir aquello que estaba destinado a llegar, sin saber que en el proceso, estaba lastimando a alguien más.
Presumí de tener el alma más fuerte, de poder controlar lo incontrolable, y de obviar el amor como materia concerniente, pero no era así. Cada vez que una lágrima se secaba, mi alma crecía y se restauraba, y fueron muchas las lágrimas que tuvieron que secarse. Y ahí estabas tu, serenidad ante todo, sin miedo, con alegría, sin miedo, con endereza, sin miedo, con aquellos ojos impasibles..sin miedo.
Nunca entendí como sucedió, solo sé que pasó. Entendí quien eras, de donde venías, porque venías, pero nunca entendí ¿porque yo?, si cualquiera era mejor que yo.
Presumí de tener seguridad, pero aquella convicción era falsa. Me jacté de tener fuerza, pero todo lo que tengo es fragilidad. Presumí de tener amor propio, pero todo lo que tenía eran inseguridades. Presumí de estar entero, pero lo único que me quedaba era un alma hecha pedazos.
Tuve miedo, tuve miedo, tuve miedo, tuve terror de dejarte entrar. Fue un proceso aún más largo que el hacer entender a aquellos que me rodeaban de mi osadía, creo que de alguna forma ellos creyeron, hasta cierto punto, todas las mentiras de las que los fasciné por años, un ser humano sin sus características primordiales.
Aprendí a ser inerme de nuevo, y mostrarme como tal ante el mundo, a confiar en las personas y entender el estado humano como tal, lleno de debilidades y errores. Aprendí a mirar a los ojos y decir la verdad inmaculada . A prendí a que no debía herir a otros para poder mantenerme estoico, de hecho, aprendí a que no debía permanecer fuerte, sino más bien frágil para afrontar el mundo. Aprendí a amar mis lágrimas y disfrutar las penas. Aprendí a abrazar de nuevo, y a disfrutar del amor que otros podían brindar, ese amor de familia puro, ese amor de amigo supeditado. Aprendí a escuchar sin tener que responder. Aprendí a dejar de pelear con mi necesidad de perfección. Aprendí tanto, sólo para poder estar listo.
Llené mi mente de letreros llenos de esperanza, mis ojos de imágenes del mundo, mis orejas de melodías sin fin, mis manos de nuevas sensaciones, mi cuerpo de vulnerabilidad.
Ante mi, tu, y ante tu, yo. 
Nos vimos, cruzamos miradas a medida que la noche avanzaba, me acerqué a ti y fue el fin de una historia, y el comienzo de otra. 
Tus ojos miraban los míos con profundidad absoluta, tus palabras y las mías se sentaron a planificar una tregua. Tu cuerpo y el mío una melodía. Y tus ojos, nuevamente, directamente impactando los míos, como un planeta nuevo por descubrir, un planeta cn una nueva historia de la cuál ser parte.
Pasaron días y días, y todo era nuevo. Celos, ansias, ganas, latidos, besos, manos, palabras, corazón, palpitar, sol, historias, soluciones, sueños.
Con miedo seguí adelante, con histeria continué, con terror dije mis primeras palabras, con ansias esperé, y con el corazón roto una vez más terminé.
No puedo culparte, no lo haré jamás. Merezco todo, merezco todo, merezco todo (debo repetirlo todos los días para no odiarte)
Tuve miedo, me arriesgué, tomé posición, con inseguridad dije aquellas que se encontraban en lo más profundo de mi garganta, de donde al parecer nunca debieron salir. Y ahí quedé, como temí, solo como al principio de esta historia.
Una historia que se repite una y otra vez, sin importar los personajes, sin importar los escenarios, sin importar los días, los meses, los años. 
Tuve miedo porque tuve un corazón que rompieron sin justa razón. Tengo miedo porque me está costando trabajo tomar esos pedazos pequeños que te entregué y quedaron en algún lugar. Tendré miedo, porque a pesar de haber cambiado, en algún lugar aún se encuentra el pendejo inseguro que solo quiere renunciar a sentir.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Enseñanzas

Aprendí a vivir en tus silencios, entre tus mensajes inequívocos.
Aprendí a existir en tu inexistencia absoluta, tu falta de decoro, tus razones obvias, tus palabras vacías y al viento.
Aprendí que un beso tuyo, simplemente es un regalo que nadie atesora más que yo.
Aprendí a prescindir de tu voz, de tus manos que cubrían esos pedazos de alma que caían a veces mientras el trago dejaba fluir apenas hacía efecto.
Comprendí entonces que tu falta de apego no es conmigo, es con el mundo. Que tu interés primordial jamás seré yo, siempre serás tu.
Yo aprendí, sufrí, morí y volví a vivir.
Sufrí un proceso de transformación que me dejó en donde estoy ahora, en la cima.
Contigo aprendí mucho más sobre el mundo de lo que jamás aprenderé con los que participantes de él.
Aprendí a caminar a las seis de la mañana de la mano de alguien más, sin importar miradas, sin importar el mundo, sin importar ni el frío, ni la lluvia, ni el viento, porque nada de eso existía.
Aprendí a esperar una llamada telefónica que jamás llegaría, y a alegrarse cuando sonaba mi teléfono.
Aprendí que los ojos son lo más bello de una persona, pues es en ellos donde vemos la verdad del ser, en donde puedo descubrir inmediatamente lo que piensas, lo que piensan, lo que pienso.
Aprendí a tomar las oportunidades que se presentan en frente, y a valor a aquellos amigos que casi pierdo por tu culpa.
Aprendí que te quiero, pero que me quiero aún más a mi. Aprendí que te quiero, pero que quiero aún más a mis amigos. Aprendí que te quiero, pero que a mi familia la amo.
Aprendí contigo que el tiempo es primordial, y por ende no puede ser tomado por amores pasajeros sin el consentimiento del otro.
Aprendí a hacer sufrir, a no esperar nada de nadie, así nadie esperaría nada de mi.
Aprendí a estar en silencio, a esperar pacientemente.
Aprendí que las canciones de amor, no son de amor, y que las canciones que hablan de la soledad, no son tan duras como pensaba que serían.
Aprendí a desarmar el tiempo, a destrozar recuerdos, a enmendar errores, a pedir perdón a las personas que hice daño por tu culpa, a mirar la vida de otro modo, a amar lo que tengo, y lo que perdí.
Aprendí que perder no es algo malo, sino más bien un proceso que debe ser abierto una y otra vez.
Aprendí que sufrir por ti es en vano.
Aprendí a no esperar por ti nunca más.
Aprendí que siempre serás parte de mi vida, y yo siempre seré parte de la tuya, pero sin existir en la vida del otro.
Porque lo más bello que me enseñaste, es que la libertad de mi vida, está por sobre todas las cosas del mundo, y que nadie puede ni debe quitarla. Que un segundo cuenta como un día, un día como un año, y un año como una eternidad. Aprendí que aún puedo besar tus labios, pero que los sentimientos se quedaron en aquellas calles que recorrimos, y que la lluvia las borró para siempre.

viernes, 29 de agosto de 2014

Nada es absoluto

Soy un creador, un destructor, un masificador y un ladrón. Creo y destruyo constantemente. Nada me parece real. Todo se encuentra estático y perfecto, sin solubles que me ayuden a contaminar. yo no busco perfección, yo quiero mantenerme estático, mis formas cambian, mis pensamientos desaparecen, mis emociones se escapan. No busco alimentar mis demonios internos. No quiero continuar una linea de vida recta y prolija que eventualmente terminará cortando mi alma. Yo vivo. Yo quiero vivir. Tengo ansias de vida. Tengo ansias de cambios constantes. Aquellos que osaron integrarse, a pesar de las adevertencias tatuadas con titna en mi cuerpo, fueron dejados atrás, en campos abiertos. En sólidas historias. En otros otros cuentos en los que el amor si perdura. 
En mi historia mi alma y sus partes están en construcción constante. Mi corazón palpita al unísono con una historia muy lejana y ajena. Una vertiente fría y casi congelada a la que asiste cada día, con la sola esperanza que el verano vuelva nuevamente. 
Esta es la historia de mi cuerpo. Frío y distante. Aún así permanece en estado constante de interacción con otros entes. Conectándose de forma platónica con otros, creando lazos con tiras de papel, para que aquellas lágrimas que se escapan sin ser bienvenidas las rompan y desaparezcan. 
Del dolor a la libertad, del conocimiento total a la ignorancia absoluta.Descontrol total de placeres que se mezclan y emergen cada noche en mi. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

El amanecer de una noche

Siete meses en absoluto silencio. Siete meses de conversaciones intensas entre aquellos demonios que me atormentaron por años y aquellos y se apoderaban de mi desde adentro. Siete meses en los que mi alma se apoderó totalmente de mi ser, extirpé toda duda, todo relato inerte, todo sentimiento ajeno, hoy me siento vacío y listo para comenzar.

Describir en palabras lo que ni con imágenes puedo expresar sería una tortura, para mi, para mi, y para mi.

Un árbol comenzó a nacer en mi. Octubre fue un mes glorioso. Octubre de 2013, un mes en el que por primera vez escuché mi alegría interna, todo comenzaba a renacer. Placeres culpables y el cielo se iluminaba completamente. Mi melodía era completamente armónica, sinfonías menores que se mezclaban entre mi composición.
Las imágenes que fui creando, eran maravillosas, son maravillosas, serán maravillosas.
Los fantasmas uno a uno egresaban con título propio de mi. Serían reconocidos en la vida como unos maravillosos seres que se alimentaron por años de los miedos más profundos. No sabría decir exactamente cuál fue el hecho en concreto que los alejó. Pero se fueron sin despedirse, todos a excepción de Ovo, el siempre se encargó de dirigir mis fracasos hasta el final, aún permanecería conmigo por un tiempo más.
La naturaleza comenzaba a resurgir en mi, nuevas palabras, nuevas composiciones, colores que nunca antes había visto, todo era nuevo y maravilloso. El mundo entero podía ser observado desde cinco dimensiones esta vez. Cuanto amor, cuanta alegría, cuanta pena, cuanto fracaso.
Me senté un día junto al río a analizar, y todo era diferente. Ese gran monstruo que siempre estuvo observándome desde enfrente ya no estaba, ahora podía verlo pequeño. El retorno ya no era oscuro, ya no se llenaba de pensamientos suicidas y ni de notas de despedida imaginarias. Ya nada era igual. Los árboles tambaleaban sus ramas de un lugar a otro celebrandome, lo sé, siempre fue así. El río en su conteo regresivo permanecía conmigo, ahora me conocía, me sostenía las lagrimas.
Esta vez me sentía unido a todos, y a nadie en particular. Me sentía parte de algo, de alguien, de muchos y de pocos, de todos. 
Mis sonrisas poco a poco se convirtieron en carcajadas absolutas. Mi interior no era invernal, ya no sentía frío, ahora florecía cada idea nueva en mi, cada pensamiento era premiado y absolutamente llevado a cabo, yo me sentía en explosión constante. 
Así comenzó un cambio que aun no culmina, que no se detiene, que se encuentra constante.
Las luces de la ciudad comenzaron a iluminarme, y yo a ellas. Cada ente que se entregaba por completo a la vida, y así lo hice yo. Comprendí que debía continuar en constante oscilación ante todos, ante mi, ante ti.
Cada mañana era una melodía nueva para el alma, una sinfónica totalmente distinta, un conjunto totalmente armónico.
Aquellos nombres que me acecharon por tantos años, simplemente se borraron. Los recuerdos desaparecieron, a excepción de los cientos de páginas escritas que darán cuenta por siempre de las obsesiones y los amores que quedaron en el olvido. 
La noche se volvió mas oscura, y mis ojos se adaptaron a ella. Ahora veo en lo azabache, ahora distingo depredadores, ahora sé luchar.
El ritmo se encontraba junto a mi, jamás me abandonó. Las palabras sentadas en el suelo esperando un orden coherente, pero en medio de esta creación ya no hay orden, ni reglas, ni juegos, ni nada que pueda ordenar, ahora soy yo, sin nada, con todo, en medio del mundo.
Ahora gobierno, ahora entiendo, ahora entrego y quito absolutamente todo, ahora si.
Pero en el paso a mi libertad, de mi mismo, herí. No me siento culpable, no me siento responsable, no siento pena, pero debiese. Llegó en un momento neutro, y en eso, ni siquiera yo puedo dictaminar.
Para cambiar, el caos debe gobernar. Mi mente y mi vida fueron un caos constante durante algún tiempo. Caí en reverencias absurdas, senderos sin razón, armonías sin sentido. Pero acabé, pero terminé, y entendí.
Amanecí de una noche constante. Ahora la luz completa se acumula dentro de cada paso. Y atardecí a la oscilación.

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