martes, 25 de junio de 2013

Francisca y yo

Un día frío, mis pies se congelan, llego a casa y me recuesto con millones de  plumones y simulo un día de lluvia. Observo atento a los niños jugar, y me extraño.
Observo con atención quien solía ser, cuantos colores tenía, colores que han ido lentamente tornándose más grises, menos intensos, pero no por eso menos yo.
Una ventana empañada a mi lado, y escribo, como las primeras frases en inglés que solía escribir, I love you, sin saber que algún día realmente las dedicaría con amor. Tantas frases en las ventanas. Francisca y yo pasábamos horas escribiendo mensajes ocultos en las ventanas, hasta que llegaban nuestros amigos y leían parte de ellas, nosotros avergonzados salíamos corriendo para que nadie nos encontrara y se riera de nosotros.
Francisca es mi prima, que en realidad se crió prácticamente como una hermana. Éramos inseparables, eramos dos y uno, dos en uno. Habían muchos más entes que nosotros, pero nosotros de alguna manera lográbamos destacar y éramos jefes y señores. Cuánta inocencia en aquellos juegos; tombo, chola, caballito de bronze (todos juegos sureños juancho). Y siempre éramos ella y yo los que imponíamos las reglas, los que abríamos los ojos, los que decidíamos que hacer, como sentirse, hasta teníamos un nombre de grupo intergaláctico que no vale la pena recordar, estupideces infinitas. A veces aún me pregunto si realmente cambiamos tanto, mis colores no son los mismos, pero aún me río de las mismas estupideces, creo que puedo permanecer aquí.
Conocíamos todo de los otros, podíamos escribir sus biografías sin siquiera preguntarles, ellos nunca pudieron descubrirnos por completo, hasta el día de hoy continuamos como un gran enigma, incluso para nosotros. Muchas de sus biografías aún permanecen en mis cuadernos eternos, esos que tienen recuerdos de todos tus compañeritos de la básica que te escriben mensajes pensando que seríamos amiguitos por siempre, si tan solo hubiéramos sabido antes, quizás no hubiésemos escrito nada. Tengo también grabaciones de nuestras conversaciones, tan vacías y superficiales como nuestras creencias, biblias hechas de la estupidez humana, no me arrepiento, así fue que aprendí que significa no pensar.
Francisca y yo aún mantenemos contacto con ellos, algunos permanecen como amigos, otros,  se han perdido en el camino y aún no descubren que viven en la tierra, y no en marte.
La naturaleza era nuestro segundo hogar, la noche extensión de nuestro día, y el amor, cada uno compartía sus penas con el otro, aconsejándonos y llorando juntos, fue ella la primera en enterarse cuando perdí mi virginidad, para mi no fue un gran detalle, al parecer para ello lo fue, llanto y abrazos recibí, ella estaba triste, yo entregaba mi cuerpo a un amor jamás correspondido, pronto lo sabría. Me acompañó en mi primer llanto de desamor, y luchó junto a mi contra nuestros enemigos, si era enemigo de uno pues lo era de los dos. Éramos castigados juntos, éramos premiados en conjunto. El primer cigarro fue compartido, el primer vaso de cerveza, y una primera pelea. Cuánto extraño a Francisca, ella ahora pololea y se enamora cada día más, yo estoy solo y cada día me doy cuenta de cuán sólo estoy.
En ese momento yo brillaba con mis colores orgulloso, hoy me apagué, ya no soy el mismo. Pero los mensajitos siguen siendo los mismos, acabo de escribir te amo, y una vez más, ese mensaje no tiene a quien ser dirigido, un mensaje vacío en palabras llenas sentimiento. Otro día seguiré recordando mis pasitos en la tierra, ahora es tiempo de dormir.

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