martes, 12 de enero de 2016

Vacíos entre palabras

Tus ojos siempre me recuerdan la primera mañana que desperté pensando en ti. Aquella alegría por primera vez infinita, que sentía solo por el hecho que tu estabas en mi vida, aportando, haciéndome crecer, haciéndome creer.

Me enseñaste a no tener miedo y a enfrentarme a la vida de una manera que jamás lo había hecho. Tu me enseñaste a creer en algo más que en mi. Me enseñaste que aquellos que estaban a mi lado eran mas grandes que mi soledad y más infinitos que el universo.

Mi ser se convirtió en luz y esperanza, en infinito amor por ti y por aquellos ojos que me hacían sentir como un adolescente en medio de una odisea mágica. Tu voz me cautivaba a cada segundo; quería expresar a cada segundo algo nuevo por ti, pero detenía por miedo a perderte, pues sentía algo profundo y verdadero. Contigo jamás tuve que fingir a ser alguien que no era, fue suficiente por lo que te hice pasar por más de cuatro meses.


Te veía como espectador, mientras te debatías entre el miedo a seguir conquistandome y el amor propio que dejabas en cada intento. Recuerdo como si fuese ayer esa noche mágica en la que juntos nos tomamos de las manos, y fuimos a dar a un puente que unía la realidad y la fantasía, un horizonte mágicamente oscuro que ocultaba mi alegría y mi vergüenza. Me aterraba el no ser lo suficientemente bueno una vez que decidiera dejar atrás todo lo que me ataba al pasado. Pero lo hice, lentamente mientras te alejaba para poder conocerme yo, antes de presentarme frente a ti. Me decide de mi yo viejo, y comencé a desechar todo aquello que no sirviera en mi nueva vida: sueños, penas, expectativas que en nada se adaptaban a mi realidad, personas que ya no aportaban de forma positiva, mi pasado.

Me costó dejar ir pues había construido con tanto agobio un hogar, un templo, un muro de protección en el que nunca nadie entró; nadie hasta que llegaste tu.


Avancé así a casa paso sin mentiras, como te prometí una vez, como me prometí una vez. 

Adolecía de dolores desde que mi vida llena de sentimientos, me había llenado de soledad el alma después de tantas rupturas pequeñas que fueron reparándose lentamente, sin repararse del todo pues sentía una distancia del mundo que era sólida, inquebrantable.

Crecí pensando que era el hombre más fuerte del mundo, que nada podía afectarme. Me deshice de todas las penas, bloqueé todo sentimiento débil, y prohibí que las lágrimas volviesen a salir de nuevo; me hice de hierro. Me sentía en paz absoluta; un ser humano sin sentimientos, otros que rencores y odio. Nunca pensé llegar a amar de nuevo, pero lo hice. Te amé, te amé y te amé. Tanto, tanto, que te entregué todo en palabras, y me entregué completo tras cada caricia, cada mirada, cada suspiro en el quería susurrar tu nombre tan fuerte.

Cada día fue maravilloso, cada momento fue inolvidable. Al punto que si me preguntas fecha y hora, sabré decirte exactamente en donde estaba y que pensaba, si estaba contigo pensaba en ti, si no estaba contigo seguía pensando en ti. Pero decidiste irte, tener miedo, abandonarme en un caos absoluto. No supe como reaccionar más que sonreír y besarte la frente, pero me habías destruido más allá de lo que puedas suponer, me hiciste mierda.

Hay dolores y dolores: los físicos, los mentales y los del alma, pero este era un nuevo dolor para mi. Me dolía el pelo, el alma, el corazón, los huesos, la piel, los recuerdos, me dolía hasta mis pasos que ya daba sin ti. Me quedé tan solo, que ni la compañía de aquellos que fueron mi luz, podía calentar el alma. Me dediqué a escribirte tantas cartas, tantos poemas, tantas historias, tantas palabras fueron las que inspiraste, que las quemé no sólo en papel, las quemé una por una en mi cabeza, pues intentaba olvidar.

De pronto llegó alguien más que intentó quedarse en mi vida, pero tu presencia y tu recuerdo eran un monumento que ni siquiera él pudo manejar. Su tarea fue tan grande, su acometido tan imposible, que el día de mi cumpleaños simplemente se rindió y se marchó a buscar nuevos rumbos que no incluyeran ni mi presencia ni mi recuerdo.

Me mantuve seis meses compuesto, asistiendo a fiestas y ensayos de alegría, siempre con tu recuerdo en algún lugar de mi cuerpo; algunas veces en mi cabeza cuando escuchaba alguna canción, en mi cuerpo aquellas noches frías que me recordaban aquel viaje infinito a la playa, a los suspiros pues me recordaban los tuyos, mis manos cuando alguien más las sostenía porque esas manos te pertenecían sólo a ti y a nadie más.


Me mentí por seis largos meses. Cada mañana me decía he de olvidarte hoy!, pero nunca pude hacerlo.

Agonía sentía cada vez que cruzábamos miradas. Sólo quería correr a tus brazos y quedarme ahí y hablarte o comprar un helado y caminar o simplemente mirar en aquellos ojos profundos en los que alguna vez yo navegué.

Recordaba esa sed por mi que siempre tuviste, cuando tus besos no eran simplemente amor, era alegría infinita porque nos encontramos el uno al otro y estábamos ahí, en alma y cuerpo. 

Te amé de una forma que no voy a volver a amar a nadie más, porque simplemente el primer amor es el más profundo, y el tuyo fue como un cristal, sincero, vulnerable, transparente y valioso. Me costó tanto adaptarme a una vida en la que ya no existías, y en la que yo ya no existía en la tuya. Te vi repartir esos momentos que yo atesoraba y anhelaba con otros y mordiéndome los labios intentaba no pronunciar tu nombre. Nunca nadie escuchó, pues aprendí a callar y a fingir a la perfección.

A cada encuentro la pasión me inundaba, pero simplemente te saludaba para poder llevar a cabo una actuación que sabía de memoria; levantar las ojos, mirarte por menos de tres segundos, sonreír, bailar, mirarte mientras tu no lo hacías para poder tenerte aunque sea en imágenes, bailar y emborracharme hasta olvidar quien era yo y quien eras tu. Acto final, al finalizar la noche te pensaba tan fuerte que esperaba que nadie me oyera, pero muchos lo hicieron. Hasta los días de hoy, no saben el nombre del antagonista de mi historia de amor. 

Meses pasaron, miradas llenas de odio que me hirieron hasta romperme una vez más. Me anulaste tanto que ya no pude bailar, ya no pude expresarme pues la pena me inundaba y tu siempre estabas ahí.

Meses pasaron, miradas de perdón, miradas de disculpas, abrazos sinceros y palabras furtivas. Meses pasaron, te recuperé en mi vida pero nunca como quise que sucediera. Aveces te tenía como amigo, a veces como conocido, aveces como un desconocido que te invita a olvidarlo, pero no pude hacerlo.


En secreto siempre rogaba para que aparecieras donde yo estaba, aunque sea para poder robarte unos segundos de tu vida. Hacia el final sentía que te recuperé un poco más, sentía que ya casi te tenía, sentía que tus ojos volvían a ser profundos y que podría navegar en ellos, tu sonrisa diáfana me alegraba los segundos míos, pero hay un detalle; esta vez te pierdí para siempre. Te vas de mi vida, para siempre, por siempre y consciente.

Te voy a extrañar, te voy a volver a sufrir como la primera vez, esta vez sin tu presencia, y me voy a obligar a superarte. Ya te extraño, ya siento esos vacíos entre palabras que voy a decir: 

1. estoy bien (mentira)

2. ya no lo extraño (mentira)

3. casi no lo recuerdo (mentira)

4. me voy a volver a enamorar (una casi mentira)

Vacíos... vacíos... vacíos.

Nada es verdad, nada será verdad, solo nuestra historia fue verdad. Te deseo lo mejor, porque mereces lo mejor. Nuestras vidas se separan para siempre, pero una parte de mi te recordará hasta que pueda olvidarte. Y aunque algún día sea capaz de olvidarte, la promesa de recordarte se mantendrá pues siempre estaré escribiendo acerca de aquello que tanta felicidad me dio y que tanto amor me entregó.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Entradas populares