martes, 20 de diciembre de 2016

Reflexión de un día de lluvia

Observando la lluvia caer, analizo pacientemente este último año, estas últimas decisiones, estos últimos errores.

Errar nos enseña a discernir y entender la vida. Errar nos permite conocer lo malo y lo bueno. Errar me ha salvado de la pena absoluta. Pero cuanto realmente he errado?

Desde principios de año me propuse no volver a tener miedo, y creo que no he tenido miedo. Siempre soy precavido e intento entender los sucesos como son. Conocí grandes hombres y grandes mujeres. A su vez, conocí a los seres más erráticos del planeta, pero errar es como nosotros aprendemos, por ende: son realmente malos?

He sufrido en poco tiempo lo que no me he permitido sufrir en años. He pasado las alegrías más grandes´como las penas mas intensas, la tranquilidad absoluta, inclusive la seguridad de haber encontrado al correcto. Pero como en la vida, yo estaba equivocado.

Sentí mi pecho arder en infinitas ocasiones. Sentí mis ojos deshacerse en llantos de penas y alegrías. Sentí mi mente alejarse de mi por horas después del acertijo de vida que había creado. Pero creo que nunca antes me había sentid tan persona, tan seguro de continuar viviendo al máximo de mis posibilidades.

Este año bailé la pena de perder seres tan grandes en su inmensidad que el corazón se me partió mas de una vez, pero aún así jamás lloré (al menos no en público). Este año conocí a aquellos que me liberaron de esa prisión en que vivía, en que todos debían ser complacidos y no jamás lo hubiese pensado como respuesta antes de ellos. Este año conocí las decepciones más grandes cuando alguien por fin logró derribar aquellos prejuicios que había construido en mi respecto a las relaciones amorosas, y me decepcionó de la manera más espantosa que alguien podría haberlo hecho, pero aún así aprendí y no tengo miedo de volver a decepcionarme (de otro por supuesto). Este año aprendí que el amor, no es sólo uno; que el cuerpo y el alma no están divididos, que somos uno; que la sociedad y yo no somos entes apartes, somos uno; que la danza me llena todos los rincones y cada momento del día; que la pena es un sentimiento hermoso que me permite crear y recorrer lugares antes ciegos a mi visión; que la vida es una, y que necesito seguir errando para continuar aprendiendo.

Voy a continuar equivocándome aún más, voy a cometer grandes errores, voy a llenarme de penas y rabias, voy continuar viviendo sin preguntarme el siguiente día: estaba bien lo que hice?

Continúo aprendiendo.

Reflexión de un día de lluvia.

martes, 22 de noviembre de 2016

El amanecer de un vacío

Una noche un argumento y una simple oración bastó para comenzar a ordenar mis pasos hacia un encuentro.

Bailes y canciones movían nuestros cuerpos, las palabras podían permanecer inmóviles por mucho tiempo, pero eventualmente recuperaban su movilidad y una vez mas podíamos volver a ser eruditos en acción.

Hablábamos de viajes y recuerdos, de copas y hojas. Un árbol acompañaba nuestro mas grande invento: la amistad serena.

Abrazados todos mirando como el fuego consumía un tronco tras otros, los vegetales iban desapareciendo lentamente de la parrilla preparada para deleitar con dulzura y amargor nuestra noche de exención. Las palabras y carcajadas continuaban saliendo de nuestras bocas de forma natural.

Que felicidad sentí por momentos eternos, que paz me invadía.

Pero todo llega a su fin, y aquello también. Procedí a dirigir mis pasos hacia un encuentro taciturno de cuerpos en estados constantes de movimiento, de encuentros móviles con la música y el deseo.

Entre risas y gestos, compartí momentos atesorados que repetí sin vacilar. Entre brebajes y formulas futuras podía moverme lentamente a través de una masa de cuerpos que disfrutaban en conjunto de la melodía que formaba la noche y la libertad de expresarse sin miedo a nada.

Pero la noche no podía finalizar, no de esa manera, la danza debía disfrutarse hasta cansarnos. Continuábamos caminando y buscando algunos minutos más de exención. Un tumulto de gentes aún podían proveernos de energía y melodías que revolvían hasta lo más profundo de nuestro centro: la felicidad seguía siendo parte de nosotros.

Pero en medio de aquellos, una mirada me cautivó hasta detenerme en el tiempo y dejarme sin palabras. Un rostro cambió totalmente mis deseos de danzar libre sin excusas. Un cuerpo me detuvo hasta perder la noción del tiempo y espacio. Nada más existía, nadie más existía, nada mas era real. 

Sus besos eran suaves, sus manos reconocibles, sus ojos profundos me perdieron en la noche, me llevó la noche. 

Dormir y despertar junto a ellos, simplemente un tesoro de una noche envuelta en papel celofán.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El vacío

Estaba a punto de finalizar con un periodo, de entregar el último punto final a una historia escrita con lágrimas, con lógica, con entrega, con locura.

Desperté en la mañana dispuesto a recorrer todo camino recorrido para ver si había algún otro fruto que recoger. Miraba como mis manos, mis manos, aquellas manos con las que tantas veces cubrí mi rostro me invitaban a avanzar. Entre mis recuerdos, una carta. En aquella carta mi pasado. En aquél pasado, pena. En aquella pena, mi verdad.

No es el día ni la hora para volver a leerle.

El espejo refleja mi humor interno, incertidumbre. Camino con prontitud, es hora de iniciar. 

Rutina diaria. Llegar, saludar, sonreír y contar algo gracioso del día anterior. Naturalidad ante todo. Pero un sentimiento comenzaba a corroer mis entrañas, mi pelo, hasta mi piel. Era el sentimiento de destrucción del fin.

A cada palabra escrita, me sentía más y más vacío, como si hubiese sido llenado por un espacios sin sentido, sin necesidad de existencia.

A cada minuto, mi cuerpo se sentía más vacío. Mi mente se sentía ofuscada y confundida. Mi piel se sentía sin razón, sin color, sin forma ni sentido.

Los pensamientos volátiles estaban ahí y luego desaparecían, se esparcían en el ambiente. Mi cuerpo a esa altura inerte podía moverse de un lugar a otro como en un estado permanente de danza, pero yo solo era el interprete. Mi danza interna era otra: absoluta confusión.

La noche llegaba y el sentimiento de vacío era cada vez mayor. Mi respiración era más rápida a cada segundo, mis pulmones no existían, solo llenaba el cuerpo de aire para poder quedar de pie. 

El frío podía atravesar mi piel, podía detenerme en cada esquina. Con cada parálisis, me sentía aún peor.

Los demás entes bailaban a mi alrededor, todo era un caos, todo era confusión, todo era falta de empatía.

Intentaba seguir sus pasos, bailar su ritmo, entender su espíritu y comunicar mi mundo interno. Fue imposible. 

Al finalizar, solo podía caminar, en soledad, en falta de compañía, en in entendimiento.

A cada segundo mis manjos jadeaban al igual que mis piernas. Solo podía realizar movimientos cortos mientras mis ojos iban llenandose poco a poco de lágrimas.

Que hacer cuando te sientes vacío y todo aquel que te rodea está aún más vacío que tú? Es que nadie se da cuenta de cuán vacíos están? Es que nadie puede entender el lenguaje del alma? Es que ya nadie tiene alma?

Camino rápido, corro rápido. Intento huir de mis pensamientos que me van destruyendo. No tengo nada, no he creado nada, todo lo he destruido.

Soy un eterno destructor de la vida, de la perfección. Alejo y exijo soledad, pero en soledad me destruyo y me pierdo. 

La oscuridad me va rodeando a medida que avanza la noche. Y corro y corro, pero no hay forma de escapar de mi propia soledad, de mi propia desolación, de mi autodestrucción maldita.

Las palabras se tornan contra mi. Las veo frente a mi. Las escucho murmurar cuán debil soy, en la carga que me he convertido.

No puedo correr más, me detengo.

Me hundo bajo un manto negro de desilución. Mi vida está acabada. Yo fui quien lo hizo. 

El vacío y yo nos volvemos uno solo. Es tiempo de saltar a él y convertirme en oscuridad una vez más.


martes, 19 de julio de 2016

Abismo

Mirando al fondo de abismo, es que me encontré navegando en los deseos mas profundos y vacíos de toda lógica. 

Me balanceo dentro de un augurio de mentiras, pero no logro caer con el cuerpo muerto. Mis manos están activas y ávidas de continuar experimentando con el cuerpo.


Mi cuerpo cubierto de la tela más exquisita y oscura, se ve excitado por el roce que produce el viento y las telas. Continúo observando el abismo; neutro y con atisbos de locura muerta, retazos de creencias extintas.

Mi cabeza continúa contorneando una composición escénica abierta, experimentada, creada y destruida. 

El viento desde el fondo presiona fuertemente para poder mover y remover lo extinto y lo real.

Doy vueltas dentro de mi eje, logro marear mi mente para poder volver a lo básico y comenzar a crear desde la ignorancia.

Camino por el color blanco, me muevo entre sombras mientras mi cuerpo va creando formas que se van adaptando con exactitud al vacío.

Cada cuerpo va dejando atrás el vacío dejado por una presencia anterior. Intento apropiarme de sus vacíos, intento ser ellos sin dejar de ser yo. Intento experimentar su vida sin términos, sus aventuras y sus sueños.

Robo sin miedo su creación, me siento parte de ella y agrego parte de la oscuridad que me fue otorgada luego de tantos intentos negados de destrucción.

Camino paso a paso, me muevo lentamente en esta nueva luz creada a partir del uso conmesurado del color blanco.

Voy al suelo, y creo. Recreo el cielo, el aire, las nubes, las aves y la lluvia. Me inspiro ante tanto estímulo.

Pero ahí está nuevamente, el abismo. Me mira a los ojos y yo lo miro directamente.

Me vacía a cada segundo.
Me vacía a cada minuto.
Me vacía a cada hora.

viernes, 17 de junio de 2016

Renacimiento

Los días son siete, y las horas del día son 24.
Un día se compone de una mañana, una tarde y una noche.
Yo soy un cuerpo que contiene muchos cuerpos más, muchas almas.
Solía recordar como una oración preestablecida estos hechos. 
Podía contar con mis dedos cada pensamiento expresado.
Las palabras se me caían de la boca y de las manos.
Caminé por meses sin disturbios ni estímulos.
Buscaba desconexiones sin solución, buscaba una verdad sin razón.
Me inundaba un sentimiento neutro, un aprendizaje insignificante.
Merodee por días aquellos lugares donde las guitarras no dejaban de sonar.
Me cautivé por aquellos cuerpos en donde la danza no cesaba.
Me salvé de pronto, comencé a recuperar las palabras y mi rostro.
Tomé restos de tela y pinté mi pasado, escribí mi pasado, destrocé el pasado.
Caí por meses, me arrastré por meses; un cuerpo alicaído que no vivía.
Aprendí a vivir en silencio, a caminar en puntillas, a dejar todo, a dejarme.
Abandoné todo para vivir este nuevo papel, un muerto en vida.
Pero redescubrí mi cuerpo, redescubrí la gente y las estaciones.
Sufrí con los cambios, y volví a la vida. 
El sol era sol de nuevo y no solo luz. El frío era frío y no solo una razón de vestir.
Mi piel entró en contacto con otros, así como mis manos y mis pies con el suelo.
Me volví a arrastrar con el cuerpo vivo, y volví a levantar mis piernas para vivir.
Comencé a caminar con rumbo, comencé a sonreír, comencé a hablar.
Me levantaron en un segundo, y al siguiente ya estaba bailando en medio de todos.
Fue hermoso redescubrirme, fue hermoso pertenecer, fue hermoso renacer.

miércoles, 11 de mayo de 2016

Giant in my heart

I tried my best and I'll confess I'll love with less
I gave the most and took the loss from what I chose
I fought for you, you led me to a painful truth
and now I wait without a heart to save



jueves, 5 de mayo de 2016

Buenas días día, buenos días sol

Ni siquiera el viento se atrevió a soplar. Las caras podían verse a través de millones de lentes que disparaban su perspectiva la vacío, los ojos no podían ver, solo direccionar.

Nos mantuvimos cautos caminando, observando, recordando. Una mano, un abrazo, un hombro y una cabeza que se apoyaba. Muchos zapatos, muchos pasos; dos, tres, cuatro, y cinco.

Adelante iban aquellos que guiaban lentamente el camino, llenos de emoción y de confusión. Millones de preguntas pasaban por las cabezas de los asistentes, podía verlas girar y bailar sobre nuestras cabezas. Llenas de una carga energética que simplemente dejaba tu mirada perdida.

Seguimos por largos senderos a los asistentes, sin mencionar palabra alguna. Mano con mano, hombro con hombro, pena con pena. 

Al parar las primeras palabras, con dolor, con sabiduría y llenas de historia. Los recuerdos rondaron por cada uno de nuestras mentes. Aprisionábamos nuestros recuerdos a aquél ataúd, el dolor se hacía más grande.

Los colores que nos rodeaban eran hermosos, llenos de un sabor otoñal. Los árboles no se movían, el pasto verde no se movía, sólo algunas hojas ocasionales que decidían avanzar para ser partícipes de nuestra ceremonia. 

Un poco de tierra, otro poco, posterior a ello, el más doloroso; el último.

Tres hombres comienzan a bajar el ataúd, los sollozos no se hacen esperar. Hasta llegar un punto de no retorno, el silencio vuelve otra vez. La quietud simplemente se vuelve el todo.

Un último adiós, y un último hasta luego Panchita.

Buenos días día, buenos días sol. Buenas noches Francisca.

jueves, 24 de marzo de 2016

Reconociéndome

Desperté de madrugada, en mi pecho sentí un sonido que se apresuraba a salir por la boca. Mis cuerpo tenía vida propia. Me apresuré a ponerme de pie, abrir la cortina para iluminar un poco la pieza oscura, y dejar entrar la luz de luna.

Analice cada movimiento, cada suspiro. Sentía algo nuevo que se movía dentro mi propia garganta, sin ser capaz de construir a cada vocal y consonante aquello que me había despertado tan abruptamente.

Sentía la noche pesada, las estrellas brillar a los lejos, mientras a ratos desaparecían para volver a aparecer. La oscuridad dejaba de reflejar su abominación, en vez, la luna iluminaba distintos lugares, entre los que podía volver un árbol y un perro durmiendo bajo su alero.

Bajé y me preparé un café. Siempre es bueno ser capaz de beber algo en la noche cuando el sueño simplemente decide desaparecer por completo.

Mientras subía la escalera, comencé a repasar en mi cabeza el día. En el estaba el trabajo, mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis amigos, mis compañeros de danza y panqueques. Conversaciones de viajes futuros y planes de fin de semana. 

De pronto, al sentarme frente el computador, decido darle play a canciones preferidas. Las escucho mientras lentamente meneo mi cabeza a su ritmo, y me preparo a recostarme en la cama. En el camino me permito relajarme un poco mas y me recuesto en la alfombra, se siente mas reconfortante que la cama en este momento.

Es entonces que me golpea una vez más aquel ruido. Era un suspiro profundo, como si viniese del alma. 

He pasado semanas vaciando aquellos pensamientos, sentimientos, emociones y recuerdos. Y me encuentro aquí, en blanco, en negro y gris. No entiendo mucho, sé muy poco, y siento nada. Miedo.

Escucho una canción sin pensar en el dolor, en la alegría ni en el perdón. Bebo la taza de café sin pensar en un otro, en un momento, en una situación. Pongo mis pies sobre el suelo frío sin sentir necesidad de mañanas, ni recuerdos del ayer. Miro mi cama sin llorar el vacío, sin extrañar el todo. Siento nada.

Querer es poder, pero yo no quiero nada. Me siento yo cuando camino en la calle sin tener que sobre utilizar el cerebro, más que recordar hacia donde voy y como hacerlo. Beber una copa de vino sin tener que exponerme al escrutinio público por miedo a contar una historia de amor nunca contada. Despertar en la noche sin necesidad de ver el celular por miedo a no haber dado las buenas noches o enviar una foto en medio de la noche para decir que extraño.

Mis recuerdos son bellos, otros horrendos, otros penosos y alegres: agridulces. Pero ya no me afectan. 

Puedo conversar y ver a la cara sin sentir que oculto algo. Puedo sentir la soledad siendo parte de mi, pero sintiéndome conforme con ella y sus derivados: almuerzos preparados por mi, degustación de vinos, desayunos en compañía de un libro, tardes de fotografías en solitario, piel que sólo siente el roce de las sábanas.

Se siente raro permanecer en un estado de silencio sin que una voz interior boicotee tu paz. Se siente muy raro permanecer inmóvil por un momento muy prolongado sin ser interrumpido por movimientos involuntarios del celular. Se siente raro, pero se siente bien, se siento yo, siendo yo, actuando como, aprendiendo de mi.


miércoles, 2 de marzo de 2016

Miércoles 02 de Marzo de 2016

Miércoles 02 de Marzo. Dos meses y dos días en lo que va del año. 62 días desde que decidí comenzar de nuevo.

Días de pérdidas, de reencuentros, de encuentros y desencuentros. Días de rabia, pena, alegrías y odio. No sé hasta que punto sentí cada emoción, no sé hasta que punto me afectaron, pero aquí estoy, Miércoles 02 de Marzo de 2016.

Semanas de libertad y oposición, de entrega y recibimiento. He pasado unos días increíbles re-descubriéndome, y he pasado los días más terroríficos re-encontrando miedos y odios ocultos bajo la vanidad de mi ser. Superficialidad y espiritualidad juntas y unidas.

Perdí muchas cosas que jamás pensé perder. Gané cosas que jamás pensé obtener. Todo lo regalé.

Me propuse vivir todo aquello que no me había permitido por más de 20 años: penas, alegrías, blablabla. Todo ello con una sola condición; que sea todo a full.

He pasado 2 meses y 2 días vacíando el interior. Recordando cada evento importante en mi línea de tiempo. Llorando cada pena que dejé sin tocar. Riendo cada alegría que con reserva disfruté en el pasado. Escribí todo en papel. Grabé todo en cinta. Pegué todo en cuaderno. Leí todo en mis memorias. Todo hasta que no quedó nada.

Miércoles 02 de Marzo de 2016. Estoy listo para volver a comenzar.

martes, 12 de enero de 2016

Vacíos entre palabras

Tus ojos siempre me recuerdan la primera mañana que desperté pensando en ti. Aquella alegría por primera vez infinita, que sentía solo por el hecho que tu estabas en mi vida, aportando, haciéndome crecer, haciéndome creer.

Me enseñaste a no tener miedo y a enfrentarme a la vida de una manera que jamás lo había hecho. Tu me enseñaste a creer en algo más que en mi. Me enseñaste que aquellos que estaban a mi lado eran mas grandes que mi soledad y más infinitos que el universo.

Mi ser se convirtió en luz y esperanza, en infinito amor por ti y por aquellos ojos que me hacían sentir como un adolescente en medio de una odisea mágica. Tu voz me cautivaba a cada segundo; quería expresar a cada segundo algo nuevo por ti, pero detenía por miedo a perderte, pues sentía algo profundo y verdadero. Contigo jamás tuve que fingir a ser alguien que no era, fue suficiente por lo que te hice pasar por más de cuatro meses.


Te veía como espectador, mientras te debatías entre el miedo a seguir conquistandome y el amor propio que dejabas en cada intento. Recuerdo como si fuese ayer esa noche mágica en la que juntos nos tomamos de las manos, y fuimos a dar a un puente que unía la realidad y la fantasía, un horizonte mágicamente oscuro que ocultaba mi alegría y mi vergüenza. Me aterraba el no ser lo suficientemente bueno una vez que decidiera dejar atrás todo lo que me ataba al pasado. Pero lo hice, lentamente mientras te alejaba para poder conocerme yo, antes de presentarme frente a ti. Me decide de mi yo viejo, y comencé a desechar todo aquello que no sirviera en mi nueva vida: sueños, penas, expectativas que en nada se adaptaban a mi realidad, personas que ya no aportaban de forma positiva, mi pasado.

Me costó dejar ir pues había construido con tanto agobio un hogar, un templo, un muro de protección en el que nunca nadie entró; nadie hasta que llegaste tu.


Avancé así a casa paso sin mentiras, como te prometí una vez, como me prometí una vez. 

Adolecía de dolores desde que mi vida llena de sentimientos, me había llenado de soledad el alma después de tantas rupturas pequeñas que fueron reparándose lentamente, sin repararse del todo pues sentía una distancia del mundo que era sólida, inquebrantable.

Crecí pensando que era el hombre más fuerte del mundo, que nada podía afectarme. Me deshice de todas las penas, bloqueé todo sentimiento débil, y prohibí que las lágrimas volviesen a salir de nuevo; me hice de hierro. Me sentía en paz absoluta; un ser humano sin sentimientos, otros que rencores y odio. Nunca pensé llegar a amar de nuevo, pero lo hice. Te amé, te amé y te amé. Tanto, tanto, que te entregué todo en palabras, y me entregué completo tras cada caricia, cada mirada, cada suspiro en el quería susurrar tu nombre tan fuerte.

Cada día fue maravilloso, cada momento fue inolvidable. Al punto que si me preguntas fecha y hora, sabré decirte exactamente en donde estaba y que pensaba, si estaba contigo pensaba en ti, si no estaba contigo seguía pensando en ti. Pero decidiste irte, tener miedo, abandonarme en un caos absoluto. No supe como reaccionar más que sonreír y besarte la frente, pero me habías destruido más allá de lo que puedas suponer, me hiciste mierda.

Hay dolores y dolores: los físicos, los mentales y los del alma, pero este era un nuevo dolor para mi. Me dolía el pelo, el alma, el corazón, los huesos, la piel, los recuerdos, me dolía hasta mis pasos que ya daba sin ti. Me quedé tan solo, que ni la compañía de aquellos que fueron mi luz, podía calentar el alma. Me dediqué a escribirte tantas cartas, tantos poemas, tantas historias, tantas palabras fueron las que inspiraste, que las quemé no sólo en papel, las quemé una por una en mi cabeza, pues intentaba olvidar.

De pronto llegó alguien más que intentó quedarse en mi vida, pero tu presencia y tu recuerdo eran un monumento que ni siquiera él pudo manejar. Su tarea fue tan grande, su acometido tan imposible, que el día de mi cumpleaños simplemente se rindió y se marchó a buscar nuevos rumbos que no incluyeran ni mi presencia ni mi recuerdo.

Me mantuve seis meses compuesto, asistiendo a fiestas y ensayos de alegría, siempre con tu recuerdo en algún lugar de mi cuerpo; algunas veces en mi cabeza cuando escuchaba alguna canción, en mi cuerpo aquellas noches frías que me recordaban aquel viaje infinito a la playa, a los suspiros pues me recordaban los tuyos, mis manos cuando alguien más las sostenía porque esas manos te pertenecían sólo a ti y a nadie más.


Me mentí por seis largos meses. Cada mañana me decía he de olvidarte hoy!, pero nunca pude hacerlo.

Agonía sentía cada vez que cruzábamos miradas. Sólo quería correr a tus brazos y quedarme ahí y hablarte o comprar un helado y caminar o simplemente mirar en aquellos ojos profundos en los que alguna vez yo navegué.

Recordaba esa sed por mi que siempre tuviste, cuando tus besos no eran simplemente amor, era alegría infinita porque nos encontramos el uno al otro y estábamos ahí, en alma y cuerpo. 

Te amé de una forma que no voy a volver a amar a nadie más, porque simplemente el primer amor es el más profundo, y el tuyo fue como un cristal, sincero, vulnerable, transparente y valioso. Me costó tanto adaptarme a una vida en la que ya no existías, y en la que yo ya no existía en la tuya. Te vi repartir esos momentos que yo atesoraba y anhelaba con otros y mordiéndome los labios intentaba no pronunciar tu nombre. Nunca nadie escuchó, pues aprendí a callar y a fingir a la perfección.

A cada encuentro la pasión me inundaba, pero simplemente te saludaba para poder llevar a cabo una actuación que sabía de memoria; levantar las ojos, mirarte por menos de tres segundos, sonreír, bailar, mirarte mientras tu no lo hacías para poder tenerte aunque sea en imágenes, bailar y emborracharme hasta olvidar quien era yo y quien eras tu. Acto final, al finalizar la noche te pensaba tan fuerte que esperaba que nadie me oyera, pero muchos lo hicieron. Hasta los días de hoy, no saben el nombre del antagonista de mi historia de amor. 

Meses pasaron, miradas llenas de odio que me hirieron hasta romperme una vez más. Me anulaste tanto que ya no pude bailar, ya no pude expresarme pues la pena me inundaba y tu siempre estabas ahí.

Meses pasaron, miradas de perdón, miradas de disculpas, abrazos sinceros y palabras furtivas. Meses pasaron, te recuperé en mi vida pero nunca como quise que sucediera. Aveces te tenía como amigo, a veces como conocido, aveces como un desconocido que te invita a olvidarlo, pero no pude hacerlo.


En secreto siempre rogaba para que aparecieras donde yo estaba, aunque sea para poder robarte unos segundos de tu vida. Hacia el final sentía que te recuperé un poco más, sentía que ya casi te tenía, sentía que tus ojos volvían a ser profundos y que podría navegar en ellos, tu sonrisa diáfana me alegraba los segundos míos, pero hay un detalle; esta vez te pierdí para siempre. Te vas de mi vida, para siempre, por siempre y consciente.

Te voy a extrañar, te voy a volver a sufrir como la primera vez, esta vez sin tu presencia, y me voy a obligar a superarte. Ya te extraño, ya siento esos vacíos entre palabras que voy a decir: 

1. estoy bien (mentira)

2. ya no lo extraño (mentira)

3. casi no lo recuerdo (mentira)

4. me voy a volver a enamorar (una casi mentira)

Vacíos... vacíos... vacíos.

Nada es verdad, nada será verdad, solo nuestra historia fue verdad. Te deseo lo mejor, porque mereces lo mejor. Nuestras vidas se separan para siempre, pero una parte de mi te recordará hasta que pueda olvidarte. Y aunque algún día sea capaz de olvidarte, la promesa de recordarte se mantendrá pues siempre estaré escribiendo acerca de aquello que tanta felicidad me dio y que tanto amor me entregó.



Datos personales

Entradas populares