jueves, 5 de mayo de 2016

Buenas días día, buenos días sol

Ni siquiera el viento se atrevió a soplar. Las caras podían verse a través de millones de lentes que disparaban su perspectiva la vacío, los ojos no podían ver, solo direccionar.

Nos mantuvimos cautos caminando, observando, recordando. Una mano, un abrazo, un hombro y una cabeza que se apoyaba. Muchos zapatos, muchos pasos; dos, tres, cuatro, y cinco.

Adelante iban aquellos que guiaban lentamente el camino, llenos de emoción y de confusión. Millones de preguntas pasaban por las cabezas de los asistentes, podía verlas girar y bailar sobre nuestras cabezas. Llenas de una carga energética que simplemente dejaba tu mirada perdida.

Seguimos por largos senderos a los asistentes, sin mencionar palabra alguna. Mano con mano, hombro con hombro, pena con pena. 

Al parar las primeras palabras, con dolor, con sabiduría y llenas de historia. Los recuerdos rondaron por cada uno de nuestras mentes. Aprisionábamos nuestros recuerdos a aquél ataúd, el dolor se hacía más grande.

Los colores que nos rodeaban eran hermosos, llenos de un sabor otoñal. Los árboles no se movían, el pasto verde no se movía, sólo algunas hojas ocasionales que decidían avanzar para ser partícipes de nuestra ceremonia. 

Un poco de tierra, otro poco, posterior a ello, el más doloroso; el último.

Tres hombres comienzan a bajar el ataúd, los sollozos no se hacen esperar. Hasta llegar un punto de no retorno, el silencio vuelve otra vez. La quietud simplemente se vuelve el todo.

Un último adiós, y un último hasta luego Panchita.

Buenos días día, buenos días sol. Buenas noches Francisca.

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