lunes, 3 de abril de 2017

Días y días

Despierto en medio de la noche rogando que el día no llegue nunca. Despierto cuatro, cinco veces esperando que aún sea de noche. 

Camino por mis pasillos, tocando mis puertas y sintiendo el frío de la madrugada en mis pies. Hago uso del baño sin prender la luz, pues tengo miedo que esa luz vaga pueda llamar al día a hacerse presente. 

Me siento frente al sillón, sin poder utilizarlo pues tengo miedo que sea un nuevo día. 

Miro con atención un camión que lleva semanas estacionado frente a mi casa. En inmensa quietud, en su inmenso silencio, en su capacidad de no existir, le admiro.

Vuelvo a la cama rogando que no haya pasado mucho tiempo, pero ya es de día.

Me meto a la ducha, me peino, bebo te y me visto para continuar con aquel día que no quise comenzar. 

Camino al trabajo recuerdo todo lo que he sido, anhelo todo lo que he sido, añoro todo lo que he sido. 

Cuando tiempo atrás tuve miedo, y tenía miedo, pero vivía. 

Siento cada día que el miedo a vivir me paraliza, y sólo quiero dormir. Quiero sentarme frente a un libro y vivir en él. Quiero ver a los ojos a los demás y escuchar sus hazañas y hacerlas mías. Quiero respirar el aire de los valientes, aquellos que se atreven a vivir: me volví un cobarde. 

Me siento vacío de emociones primordiales todo el día. No quiero comer, no quiero despertar, no quiero socializar.

Me hago daño día a día frente al espejo, en como hablo de mi, en como me expreso.

Cada vez que debo caminar por la calle, me siento como haciéndolo en cámara lenta. Rogando no ver a nadie, pues no quiero conversar. La palabras duelen todo el día.

Estoy cansado de estar cansado. Estoy cansado de dar tantos pasos. Estoy cansado de despertar.

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