martes, 7 de abril de 2015

Observar

Vacíos entre palabras, vacíos entre espacios, soledad entre sentencias, me sentía solo.
Una vez que acabaron de devastarme, me senté y esperé que alguien viniese a mi rescate, pues eso es lo que siempre hago.
Viví en un sueño por dos semanas, vivía una realidad alternativa. Yo un animal cautivo, y el alguien que haría lo que fuese para encontrarme, pero la ilusión terminó a la pocas semanas.
Viví sin entender mucho tiempo, mirando a las estrellas y esperando que llegara el otoño para confundir a aquellos que dudaban de mi falta de lágrimas, así nunca nadie las vería. 
El otoño tiene algo mágico, trae paz y desesperanza. Todos se encuentran a mitad de camino. Las hojas los bendicen mientras caen de los árboles. La neblina tapa los rastros de amantes. El frío obliga a los abrazos a hacerse presentes. A mi, me trae soledad.
Esperé y esperé, con pena en el corazón, pero con la esperanza a flote.
Me quedé por horas eternas mirando aquellos nuevos ojos, confundido con el mar que podía ver dentro de ellos. Pero en ese mar, me perdí.
Quise entregar algo nuevo, quise actuar como debía, sin miedo, sin frenos, sin barreras.
Quise disfrutar de este nuevo tiempo, de una nueva oportunidad.
Quise desocupar aquél espacio que alguien más había dejado hace apenas unos días atrás.
Quise y quise y quise, pero siempre hay algo algo algo que no terminé de esconder.
Un día, caminando por senderos llenos de desolación, me sentí seguro, y pude entender. Los árboles me miraban hacia abajo, haciendo referencia. El tiempo me apresuraba, el se agotaba, solo quedaban horas para ayudarme a entender. Mis pasos con premura me hacían volver al principio, debía repasar todos los detalles. 
El río corría ante mi, y llevaba consigo algo más que vida, tal vez muerte.
Un grito en el camino me despertó, me renovó, me hizo sentir quien era, hacia donde iba.
Comencé a danzar en el viento, las palabras se atascaron una a una en mi garganta. Una a una las frases llegaron a mi cabeza.
No debía, no podía, no quería pronunciar aquellas frases. Tenía miedo, sabía que una de ellas era soledad, era voluntad, sabía que era renacer.
Sabía que debía hacer, mientras seguía danzando.
Debía perder todo mientras podía, mientras aún quedaba algo de mi. 
Ahora sé que debía saber, ahora sé porque esperaba con ansias el otoño, ahora sé porque mis pasos denotaban un ritmo ajeno.
Mis manos ya no eran las mismas, mi cuerpo ya no era el mismo, mis ansias ya no eran las mismas, yo ya no era el mismo.
Algo se llevó, algo me quitó, algo cambió, algo algo algo.
Tanto tanto entregué, que ya no había nada más. Tal vez actué un papel, y decidí por el y por mi. 
Las palabras no fueron necesarias, ni el viento ni la lluvia para hacer aquella escena más de película.
Un beso de saludo y ni una palabra de despido.
Me quedé como debía, solo, sin nada, sin todo, sin nadie, sin todos, sin destino, sin pasos, sin palabras.
Y me alejo del mundo, porque es lo que debo hacer. Me alejo del mundo para poder volver a ser yo, sin nadie, solo yo.

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