sábado, 7 de septiembre de 2013

Sueños inmóviles

Cada pedazo de verdad impactando tiernamente cada espacio del cuarto cerrado. En cada espacio vacío un estante que ayuda a separar cada todo en su lugar. Un diamante que se mantienen en posición para poder llevar a cabo cada esperanza programada en el camino. Un hechizo que se ha dispuesto para poder lograr una idea, un deseo.
Se destruyen en sólo segundos los cimientos atisbados de un sueño, de una idea preconcebida que nunca tuvo razón de ser y jamás lo tendrá. Un sueño, una canción, una tormenta prometida y encadenada a existir por siempre como un recuerdo de aquellos sueños. 
Cuerdas de una guitarra que por dentro parecen describir una historia aún mas profunda que el corazón mismo. Una maraña de palabras necias que se mezclan lentamente con la realidad que se acaba al comenzar una nueva oración. Los sentimientos ebullen a cada segundo, continúan esparciéndose con mayor rapidez, las palabras comienzan a tomar forma, nombres, deseos, lugares, horas, números. Observo, leo y calculo, me vuelvo inconsciente e inconsecuente, no puedo dejar de establecer patrones y de proyectar, lo intento, pero no puedo.
La oscuridad una vez más es parte del cuarto, el silencio torna en torno a una pantalla fría, una hoja sin razón, una mano erguida al viento, el humo del cigarro. Los contornos se vuelven filosos, la sobriedad parece desaparecer, la ebullición se produce en segundos, el volar parece el estado último.
Frente al espejo se presenta un personaje totalmente ajeno, con ojos cansados y labios secos, me pregunta sobre conceptos desconocidos, mi cuerpo se congela por horas, y me sacudo de un lado al otro. Los sueños se protegen de mi, se esconden, el espejo les da seguridad.
La luna se convierte en sol, alumbra todo, una canción se encarga de oscurecer todo aquello que ha sido puesto a prueba. Al final del camino encuentro una voz, me llama con seguridad, es hora de unirme a un encuentro.
Mis pasos lentos se dirigen hacia destellos de luz, se encuentran con miradas, incomodidad, muerte. Sonidos nocturnos que se convierten en la melodía del cuerpo y que acompañan a mis manos hacia el infinito para poder permanecer por mucho tiempo más. Mi cuerpo posee un hechizo, las formas cambian y se encargan de perecer en estado de sombra. Un sueño que se mantiene despierto, en la oscuridad, y salgo con un cigarro a su encuentro, me mira directamente, desafiante me indica el camino. Mi cuerpo no puede, no quiere, permanezco inmóvil y distante, por horas, por horas, por horas. Más formas rodean mi cuerpo, ni puedo evitarlo, la locura se mantiene en constante actividad en mi cerebro, intento hacerle desaparecer, pero en el camino desaparezco yo.
En un sillón cuento uno a uno los errores, las oportunidades, las miradas y las palabras, es hora de dormir y encontrarme con aquellos sueños inmóviles.


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