El viento lentamente enfría mi cara, mi piel se eriza mientras mis poros se cierran para poder resguardar el calor, a lo lejos veo aquellas montañas que me recuerdan a la felicidad, a mi felicidad, a aquellas sonrisas malgastadas en vano pero que eran puras.
Mis ojos lentamente se humedecen al sentir esto, al poder recordar lo irreconocible, lo que se olvidó, lo que ya no se recordará. Es imposible pretender que después de tanto tiempo, algo tan importante se encuentre olvidado, especialmente después de permanecer quieto e inseguro por tanto tiempo, sin ser capaz de regenerar heridas, sin ser capaz de volver a sonreír como lo hice antes.
Todos los recuerdos que guardaba bajo siete llaves han sido puestos a disposición de la pena una vez mas, y como siempre he podido volver a reencontrarme con aquel pesar tan grande que un momento inundó mi vida, pero esta vez es distinto, pues me he sobrepuesto, me he puesto de pie y dejado que el viento vuelva a ser parte de mi ser, que me llena de amor, que me adormece con aquellos colores que me recuerdan a la felicidad; naranjo, café, amarillo, colores tierra que me recuerdan, que me cuerpo aún se encuentra aquí para volver a comenzar.
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