domingo, 4 de agosto de 2013

Alma en códigos

Mi alma hoy día despierta y descansa, algo diferente en las horas presentes. Con el pesar del día, las palabras en la cabeza avanzan como ideas, senderos que se abren y caminos que se crean como causas perdidas en el mundo, últimas advertencias. Humedad clara que procede con tímida rapidez, avanza de manera intensa y se aproxima al lugar exacto donde las ideas se han acumulado, encuentra un nicho y expande un temor, con ello lágrimas, y con ello pena; mi alma está llena de penitas que están presentes en cada segundo del día, ocultas del mundo, ahí, dentro de un cofre secreto, nadie las conoce, nadie las escucha, yo no quiero hacerlo, ellas no me necesitan porque siempre se hacen presentes.
La pena se hace evidente, se encarga de amargar el té que he preparado para poder tentar al cuerpo y adormecerlo por unas horas, pero me es imposible, la pena es mayor. Mis lágrimas pequeñas caen una a una, los demás observan con tentación mi cara; tentación profunda de entender mi comportamiento errático, pero nadie me entiende y no quiero que lo hagan, mi mayor secreto soy yo sin ellos. 
Respiración profunda, corazón acelerado, y pensamientos abstractos completamente, es imposible continuar en la misma habitación, permanezco inmóvil y ausente a toda opinión, entes completos y complejos analizan las situaciones de la vida cotidiana con tanta naturalidad que atreverme a opinar sería completamente descabellado, no puedo entender las palabras que salen de su boca, ya he llegado a un estado totalmente ausente, es hora de partir. Tomo mi bicicleta, y salgo al encuentro de la incertidumbre. 
Con rapidez conduzco, pedaleo sin precaución, sombras a cada vuelta, los árboles que se mueven de un lado a otro, una tormenta espera por todo aquel que se atreva a salir, yo airoso me siento privilegiado; un espectáculo de la naturaleza frente a mi, inspiración pura. 
El camino se hace extenso, no sé que busco, tal vez acelerar a mi corazón con tanta fuerza
que sea capaz de expulsar a pulsaciones las preocupaciones banales de mi cuerpo, o tal vez cansar mi cuerpo a tal punto que mi mente deje de funcionar en estado emocional absoluto y comprenda que el estado físico es mayor y permitido, no lo sé. La oscuridad en progreso permite esconderme entre las sombras, no es bueno que las personas vean tanto sentimiento junto en los ojos, el velo jamás debe caer, ocultar hasta el fin.
El viento y el frío se hacen presentes, me empujan cuando es necesario y me detienen cuando el camino se hace absurdo. He partido sin destino, pero en el camino comprendo que hay un lugar en el que quiero estar ahora, se encuentra oculto en el río, he estado ahí tantas veces que es parte de mi. Llego por fin a mi destino, él está ahí, un monstruo grande y descuidado, tan profundo y lleno de habitaciones, un edificio abandonado en la costanera, ha estado ahí por años, abandonado a la espera de un nuevo dueño, pero nadie ha tomado en serio su valor, sigue en estado invisible.
Una canción llena mi mente frágil de recuerdos, de bien, de mal, de totalidades y pedazos inexactos, memorias que invento y creadas a partir de una realidad jamás absoluta, resoluciones finales a cuentos que comencé a escribir hace mucho tiempo, tiempo muertos e indefinidos, sentimientos que encerré por años en frasquitos tan pequeños que los perdí en el camino, mudanzas de piel y de alma, prestaciones, valores, conquistas y fracasos, todo sale y se enfrenta y lucha por sobrevivir, tienen miedo de volver a esconderse en mi mente tras los miedos que tengo, que son mayores en cantidad y en volumen. Desde que era un niño guardé tanto en mi, tanto en mis posibilidades de cajón de recuerdos, que puedo hacer un mar entero de mi vida, escribir una historia me parece inevitable, aunque los detalles son tantos que podría perderme en uno de ellos y jamás escribir el fin. 
Yo, en mi entidad invencible, pretendo entender en mi totalidad una determinación absurda; ese edificio muestra su mejor cara para mi, cada habitación tan obscura y vacía, tan llena de nada, tan llenas de secretos e historias por contar, por inventar; cada una de ellas con personajes, voces y caracteres tan complejos y únicos, cada uno de ellos debiese celebrar. Un par de horas pasan, el frío vuelve a mi cuerpo, el edificio se despide de mi, debe volver a dormitar en estado eterno, es hora de regresar. EL río se hace presente, con un oleaje digno de ser presentado y celebrado, el viento se hace más fuerte esta vez, frena con mayor fuerza mi viaje, tal vez espera que cambie de opinión y me una a su viaje, aquel viaje que algún día realizaré, me iluminaré en los cielos infinitos y jamás regresaré, pero algo me dice que hoy no es el día. Una bandada de pájaros blancos se esparce en el río, se reencuentra en el cielo y desaparece entre aquellas nubes cargadas de grises, una segunda bandada hace lo mismo, y una tercera, cuánta belleza encarnada en los animales que iluminan el cielo en una noche gris, cada grupo persigue a los demás sin siquiera entender el camino, solo avanzan hacia lo incierto, tal como lo he hecho yo esta noche.
Las tentaciones se hacen presentes, pero esos pedazos de alma que se desprendieron en el viaje son más importantes de remendar. Llevo años intentando unirme, pero cada vez que me siento completo, destruyo lo que había y lo daño, cada trozo es utilizado para remendar lo que he quebrado, que cada vez se hace mayor, ya no sé que está bien y que está mal, cada acción que realizo con incoherencia es razón para sufrir y escribir. Tal vez debo alejarme de todo aquello que me inspira, la inspiración de hoy me llevó a realizar semejante viaje.
Sufro por amor desconsolado, sufro por pertenencia ajena, sufro por pena externa, por felicidad confinada al vacío, sufro por lo terrenal y lo divino; mi alma sufre tanto tanto que exculpar mis pecados se hace imposible, pero no puedo evitar sufrir, así vivo, en agonía eterna.
Llego a un brazo extendido de la soledad, la oscuridad ha tomado un trozo del camino esperando tentarme, pero hoy no es el día, el camino es extenso y debo retornar a casa con prontitud. Esperé por horas que la lluvia empapara mi cuerpo y exculpara mis deseos, que pudiera lavar aquello que es ajeno, lo colectivo, lo que no es esencial, pero jamás se presentó, mi sudor me indica que el frío se hará presente y no me dejará avanzar, en el miedo avanzo y pedaleo, el fin del camino se acerca y yo no puedo no avanzar y dejar pedazos inservibles en el camino, quizás en el futuro pueden servir a alguien más para encontrar respuestas propias. El día terminar y es hora de dormitar.

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