lunes, 11 de mayo de 2009
Desnudos por ahí
Que suerte tienen los maniquí de las Tiendas ¡¡
Hoy mientras caminaba por las interminables calles de Valdivia con Tamara, mi amiguita pequeñita y hermosa, me encontré con un maniquí que en particular que me llamó mucho la atención; un maniquí desnudo. No por la morbosidad ni nada por el estilo, sino porque lo envidié por un momento, esa falta de pudor que debieramos tener, porque sé que el maniquí no tiene vida, pero aún así lo envidié, porque mi estúpidez no tiene limites.
Recuerdo cuando era pequeño e imaginaba toda clase tonteras, y entre ellas, la vida nocturna de los maniquíes. Tan bellos todos y tan perfectos, ellos que comen y no engordan, que salen a carretear por horas y siempre tiene buena cara, que aunque estén tristes o bajoneados, jamás dejan de sonrreír. Cuando llegas a una edad en que todos comienzan a exigirte parecer un poco a ellos, a plástico, vacío y duro.
Me detuve a pensar en aquellas pequeñas estupideces, porque siempre he dicho que soy bien estúpido, y no lo niego, que las cosas que pienso a veces parecen bien idiotas, y que muchas veces las verdaderas ideas llegan muy tarde, por eso cuando camino se me ocurren las cosas, pero ver a ese par de maniquíes tan tranquilos desnudos, casi tomando el sol con bikini o algo por el estilo, casi como si esta ciudad fuera nudista. Lástima que no es así, que el pudor gane a la gente, y me incluyo.
Esos maniquíes desnudos me hicieron darme cuenta de dos cosas muy importantes; que debería reírme más seguido, porque mucha falta que me hace y también, necesito comenzar a hacer un cambio interno, debo comenzar a avanzar, a ver más allá del horizonte, porque la tierra no es cuadrada sino redonda, y más allá de esto, hay más por explorar y cultivar.
Erradicar la maleza de mi cabeza, y comenzar a fumar la yerba que nos dá la naturaleza, volver a lo básico, volver a negro. Comenzar desde cero, resetear la memoria, tal como esos maniquíes, mis ídolos del día.
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